Dolores de Parto

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Es lamentable que ante las profecías marianas haya más un afán de “atinar” a las fechas de los eventos que a la práctica de la conversión personal. De igual forma, existe la manía de reducir las profecías a sólo algunos eventos, como la Tercera Guerra Mundial o los anunciados Aviso y Milagro que el Cielo ha profetizado en numerosos lugares de aparición. La realidad es que faltan aún muchos y largos años de sufrimientos y gran purificación de toda índole para el mundo y para la Iglesia. Grandes catástrofes ocasionadas por mega desastres vendrán a toda la tierra. 

 

Más allá de discernir el cronos (día, mes y año de los eventos profetizados), a nosotros nos toca discernir el kairós, es decir, el tiempo aproximado, las señales que lo anuncian. Y en efecto, la Sagrada Escritura corrobora que serán muchos y numerosos los dolores de parto que como una pre-tribulación precederá a la Gran Tribulación anunciada por Jesucristo (Mt 24, Lc 21 y Mc 13), la cual será tan grande que no ha habido otra igual desde la fundación del mundo ni la habrá en el futuro, lo que confirma que esto no será aún el fin del mundo sino el profetizado fin de los tiempos.

Y habrá en toda la tierra consternación de las gentes por la confusión que causará el bramido del mar y el ruido de las olas” (Lc 21,25). Y el libro del Apocalipsis nos previene cuando Juan dice: «Y oí un Águila que volaba por lo alto del cielo y decía con fuerte voz: « ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, cuando suenen las voces que quedan de las trompetas de los tres Ángeles que van a tocar!»

Pues el águila está a punto de exclamar con fuerte voz sus tres ¡ayes! Y la causa de ello es el mal uso de la libertad humana que ha engendrado toda clase de males.

El pecado y sus consecuencias

En efecto, lo que le espera en breve al mundo es terrible, pues el pecado de los hombres ha llegado a un punto que clama al Cielo. San Juan Pablo II, máxima autoridad moral en el planeta durante más de 25 años, escribió que “todas las calamidades del mundo: el aborto, la falta de libertad para vivir la fe, las discriminaciones, la violencia y el terrorismo; la represión, las armas atómicas, la pobreza de pueblos enteros, las injusticias, las diferencias enormes entre ricos y pobres, etc., por muy impresionantes que a primera vista puedan aparecer tales laceraciones, sólo observando en profundidad se logra individuar la raíz: ésta se halla en una herida en lo más íntimo del hombre. Nosotros, a la luz de la fe, la llamamos pecado, comenzando por el pecado original que cada uno lleva desde su nacimiento como una herencia recibida de sus progenitores, hasta el pecado que cada uno comete, abusando de su propia libertad” (Reconciliación y Penitencia, 2).

Dolores de Parto

Así pues, y sin entrar propiamente a los eventos de la gran tribulación, estos son algunos de los dolores de parto que estamos ya viviendo –por ahora no entraré a los vinculados a la Iglesia– y que se incrementarán sucesiva, intensa y vertiginosamente, fundamentados en la Sagrada Escritura. Existen multitud de textos pero sólo indicaremos algunas referencias bíblicas: 

Rumores de Guerra y Terrorismo         Ez. 39, Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6, 4-5

Hambrunas                                         Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6, 5

Pestes y Enfermedades                       Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6, 5-6

Catástrofes Naturales                         Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6

Caos Social, Económico y Financiero    Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6, 5-6

Carestía Económica                             Mt. 24, Lc. 21, Mc. 13 y Ap. 6, 6-6

Corrupción Política                             Sal 2, Ap. 17, 8 y siguientes

Guerras entre Naciones                       Ez. 38 y 39 Ap.6, 4-5

 

La Naturaleza se Rebelará

Santa Hildegarda de Bingen en su Liber Vitae Meritorum afirma que todos estos males no son sino la rebelión de las criaturas contra el desorden que le ha impuesto el hombre:

Y oí una gran voz que surgía de los elementos del mundo y que decía al Hijo del Hombre: no podemos cumplir nuestro curso y finalizar nuestra jornada como nos fue prescrito por nuestro Maestro, porque los hombres, con sus malvadas acciones, nos han trastornado como lo haría un molino. Por eso apestamos con fetidez y hambre de toda justicia.

Los elementos de la naturaleza profieren sus quejas a su Creador con tremendos clamores, pero no lo hacen al modo humano, sino que significan de alguna manera sus angustias cuando, atrapados y enredados por los pecados de los hombres, con movimientos extraños y cursos alterados sobrepasan la justa medida que recibieron de su Creador. Allí muestran que no pueden recorrer sus caminos y cumplir sus oficios como Dios les ha ordenado porque las iniquidades de los hombres los han trastornado…

Trastornados, alterados, e inútiles, no pueden los elementos –fuego, tierra, viento y agua– tributar la alabanza y obediencia a su Creador y Divino Ordenador. No pueden hacerlo porque el hombre, desobedeciendo la ley natural, violenta el orden natural y desnaturaliza la naturaleza. El mundo natural, en trastornado desorden, se vuelve entonces instrumento vengador de la Justicia Divina, porque toda la creación sufre cuando el hombre transgrede el orden de la ley natural e ignora a su Creador” (3, I p. 24).

Naturaleza caída

Es por ello que Pablo enseña claramente que igual que el hombre, la naturaleza está caída”. Es decir, no está en su debido ser, sino en una situación de violencia, digamos que en situación “antinatural”. No es la “natura” en su estado primero, sino la “natura laesa”; natura herida, es decir, “naturaleza”. A ella también le alcanzó la maldición del pecado original del hombre que debía de haber sido su amo. Dice: “A imagen tuya, oh Dios, creaste al hombre, y le encomendaste el universo entero, para que sirviéndote sólo a Ti, su Creador, dominara todo lo creado...” (IV Plegaria Eucarística). Entonces, ya que el amo se salió del orden, la maldición del desorden cayó sobre toda la “casa”.

Esta realidad de la “creación entera”, afectada penosamente por el pecado del hombre, es la que denuncia San Pablo al decir que “la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquél que la sometió en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción... pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rom 8, 18-22). El asunto pues es claro: el universo material participa de las consecuencias del pecado original y del pecado personal y actual de todos los hombres. Y así se encuentra hasta ahora, oprimido por esta miseria de afectación y corrupción en muchos aspectos. Y se ha deteriorado más y más.  De ahí que estemos ante la amenaza de los dolores de parto.

Lo Inminente

Como consecuencia de todo lo dicho, grandes catástrofes naturales nunca antes vistas que involucran los cuatro elementos de la naturaleza están por desencadenarse. Estos desastres provocados por catástrofes naturales serán descomunalmente colosales pues serán ocasionados por eventos cósmicos que involucrarán a diversos astros del Sistema Solar, lunas y asteroides y por efecto de una zona “rara e inestable” del universo por la que atraviesa el Sistema Solar, tal y como se ha demostrado científicamente (cfr. Dr. Alexey N. Dimitriev).

Esto explica que la actividad volcánica total haya aumentado 500% de 1875 a 1975, mientras que la actividad de temblores ha aumentado 400% desde 1973. Al comparar los años 1963 a 1993, el número total de desastres naturales – huracanes, tifones y deslaves de lodo, oleajes, etc. – ha aumentado un 450%. La tierra sufrirá cambios bruscos en su campo magnético que se volverá errático y que traerá afectaciones que convulsionarán la atmósfera terrestre con nubes tóxicas, radiaciones, fuegos cósmicos e ionización del aire que desencadenarán alteraciones físicas y psíquicas para los habitantes de la tierra. El movimiento errático de ciertos astros ocasionados por el comportamiento inestable del sol traerá sobre la tierra descomunales terremotos en distintos puntos del planeta; vientos desconocidos que arrasarán toda clase de construcciones; erupciones volcánicas, incluso bajo del mar, que afectarán poblaciones inmensas.

En algún momento, esta zona rara del cosmos provocará que algo inesperado y sorpresivo “llegue” del cielo que traerá penuria y desasosiego a los habitantes de la Tierra, que se convertirá paulatinamente en un lugar peligroso para la vida. Habrá grandísima contaminación de tierras, bosques y mares. Así las cosas, el agua valdrá más que el oro, pues aún teniendo dinero y recursos faltarán alimentos y agua. Miles y miles morirán por carencias y otros morirán por la lucha y las guerras para obtener aquello que será más valioso que el oro…

Por la misma causa, surgirán muchas enfermedades, especialmente una enfermedad del todo desconocida que tomará muchas vidas pues no habrá cura, esparciéndose de este a oeste. Esto será ocasionado por las consecuencias del errático comportamiento de ciertos astros del Sistema Solar que afectarán directamente en la tierra.

Asimismo, en el orden político y financiero el caos desencadenará la mayor crisis económica y política de la que se tenga memoria. No sólo el desmedido afán por atesorar más y más será causa de ruina económica, sino que las catástrofes naturales ocasionarán que la vida financiera entre en caos mundial.

Por el egoísmo de los hombres surgirán violentas revueltas y luchas sociales en numerosísimos países y sí, una guerra entre naciones poderosas se dará que traerá mucha desgracia y sufrimiento. Luchas entre la esclavitud y la libertad; entre la vida y la muerte; entre la luz y la obscuridad… pero aún faltan ciertas fichas del rompecabezas apocalíptico para consumarse. Y sucederá al amanecer del día de la verdad y sonará la sirena que embriaga. La bandera quedará sin asta y el ruido dejará sordos a los ciegos. Cuando obscurezca, los niños mirarán al cielo y los ríos sonarán como música.

Y no será la única, pues en América habrá una guerra terrible, pues las naciones de este continente tendrán de igual forma que ser purificadas por haber abandonado de sus bases la Ley de Dios. México está llamado a pasar una horrorosa prueba.

A causa de los experimentos y trabajos con la clonación de células humanas y trabajos genéticos, la raza humana sufrirá cambios que irán en deterioro de esta. No es la primera vez que el hombre quiere ser como Dios. Ya en el pasado existieron gigantes en la tierra (cfr. Gen 6, 4).

Mientras los hombres no volvamos con corazón sincero y contrito al amor de nuestro Señor, el desasosiego y la angustia no dejarán de existir en la tierra.

Y verdad es que muchos como barruntando lo que estará por venir a la tierra correrán al confesionario a poner sus almas en paz con Dios. 

Otros muchos eventos vendrán como consecuencia del mal uso de la libertad de los hombres que engendran toda clase de mal. Pero del mismo modo y como acción de la estirpe de la luz y de la Mujer, surgirán hombres de Dios que “tocarán la flauta y recogerán pétalos en los capullos, llevándose consigo algunos de los elegidos”. Pero de esto hablaremos en un artículo posterior.

 

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