El celibato sacerdotal es una tradición de la Iglesia de origen divino, es decir, inaugurada por Cristo mismo al fundar la Iglesia; la cual, como Cuerpo Místico, sigue esta tradición como consejo evangélico y no como obligación. San Pablo lo reitera diciendo: "El que no pueda aguantar, que se case" o "es preferible casarse que abrasarse" (no hay error de ortografía), luego de recomendar como más perfecto el estado célibe. El fundamento evidente es la vida misma de N. S. Jesucristo, que vivió célibe. ¿Esto es para todos? Ni soñando. Es para aquellos que son llamados por Dios a ese estado, que no son todos. Debe saberse, por fin, que lo que es más perfecto es el estado, no la persona. ¿Es más perfecto el que es célibe que el que se casa? No, el estado es más perfecto; y podría ser que finalmente, él también lo fuese. Pero cada cual puede alcanzar la perfección en el estado que tiene, es decir, santificarse.
Sacramento Grande
El celibato no es preceptivo ni obligatorio, como lo prueba la infinidad de casados católicos —casi los únicos que quedan casados hoy día. Ahora que, si uno siente el llamado de Dios al sacerdocio o la vida consagrada, el celibato se convierte en el sello carnal de pertenencia a la Divina Trinidad. No es pues del orden de la naturaleza el estado célibe, como bien se dice y reitera: bien que hizo Dios al hombre como Varón y Mujer, y la bondad de la Creación se ratifica y sana del Pecado original, con la Institución del sacramento del Matrimonio por Cristo, por lo cual, el mismo San Pablo, lo llama "Sacramento grande", lo que no dice de ningún otro. Lo importante es que el celibato es no una condición ni una imposición ni, mucho menos, un desmedro del matrimonio, sino un sello sobrenatural impreso por Dios en la misma carne, con el cual queda señalado singularmente aquél que ha aceptado el llamado de Dios. Luego: el celibato, su fuerza, viene de Dios, no de los hombres.
Como decían los juristas romanos "nadie da lo que no tiene". Así si el sacerdote da algo, y algo bueno, es porque lo tiene, y lo tiene por que lo recibe de Dios, por que lo que él da, es vida divina. Pero para eso, debe pertenecerle a Dios.
Es impropio desligar el celibato de la vida sacerdotal ordenada, por que esa misma condición sagrada impone de suyo una separación de las cosas del mundo y una configuración más perfecta y acabada a Cristo Sacerdote, Cuyas divinas manos y voz operan por medio del sacerdote ordenado.
La Iglesia y otras "religiones"
Lo que sucede en "otras religiones" es insubstancial y nada concluye ("de principios distintos, se siguen consecuencias distintas"), porque no son religiones verdaderas y no son Iglesia como tal; de consiguiente, al no tener dones divino para administrar y repartir, no tienen sacerdocio verdadero ordenado o sacramental, sino un ministerio cultural, pero nunca, verdadero sacerdocio santificador, como lo tenemos los católicos, por Gracia de Dios. La Iglesia es Cuerpo Místico de Cristo y por medio del sacerdocio ordenado, se introduce al bautizado en la vida Trinitaria, es decir, en la vida divina, se lo "diviniza", escriben algunos doctores. Eso no pasa en las otras religiones, que son en todo caso desprendimientos heréticos, secos y flacos, del catolicismo (como el Islam y el protestantismo: "catolicismo sin misterios", decía de Maistre) o bien, éticas naturalistas sin ambiciones sobrenaturales, como el budismo. En suma: si el sacerdote, en el catolicismo, es "otro Cristo" y actúa in persona Christi, se comprende que deba parecérsele todo cuanto le sea posible sin morir. Y a veces cuando hace falta, muriendo nomás: como los mártires, que mueren totalmente; o los célibes, que mueren en parte al mundo para asemejarse a Cristo.
Origen del Celibato y la Ordenación de Mujeres
El celibato no es instaurado en Trento. El celibato es regulado en Trento, por que era tradición de la Iglesia desde su mismísima cuna. Hay que estudiar un poco el problema y confrontar los antecedentes históricos. De todas maneras, como todos los consejos evangélicos, se han ido imponiendo gradualmente en la Iglesia y la sanción legal ha sido una consecuencia de la tradición, y no a la inversa .... hasta hace poco por lo menos.
El sacerdocio femenino es sencillamente imposible. Metafísicamente imposible. La supuesta ordenación de una mujer sería sin ningún efecto, al igual que la de un ángel, por que no existiría "materia apta"; de modo tal que, si por hipótesis se autorizase la ordenación de ángeles o de mujeres (¿qué diferencia hay entre ellos?), no serviría para nada. ¿Por que? Por que Dios mismo eligió y prefirió a los varones para ser sus apóstoles, y no mujeres ni ángeles. Es cierto que los protestantes tienen sus "sacerdotisas" y es verdad, pero cómo se puede seguir llamando "cristiano" un supuesto movimiento religioso que desafía abiertamente las decisiones de su Divino Fundador, reformándolas y poniéndose, en consecuencia, por encima de Él. Ellos, que por mil motivos que no vienen aquí a cuento pierden año tras año prosélitos y adherentes (y a nosotros nos está pasando lo mismo) han preferido dar una respuesta de marketing y comercial a esta emergencia, a ver si captan un poco más de clientela. La religión empero, no es cuestión de clientela sino un negocio de salvación eterna.
San Pedro y san Pablo dicen, más o menos, esto: "la mujer está hecha para el varón, el varón para Cristo y Cristo es de Dios". Siguen aquí la doctrina recibida de Cristo mismo y el Génesis, donde se narra que Dios crea la mujer para acompañar al varón, en quien deposita a todo el género humano "in fieri". El hombre es, pues, para Dios, y la mujer para el varón.
—¡alguno dirá .No me gusta, es machista ...!
Y bueno, será, pero es así. En realidad, lo de "machista" es una simpleza, una tontería y una vulgaridad, por que los seres humanos no somos "machos" y "hembras" sino varones y mujeres. No vivimos en pareja sino en Santo Matrimonio o bien, amancebados o en concubinato (palabras todas ellas fuertes, empezando por Matrimonio, pero ciertas). Es decir: tenemos vida moral y eso hace que nuestras condiciones y nuestros actos sean totalmente diferentes a los de los animales y merezcan una calificación más dura, cuando son reprochables. Uno no le anda dando discursos a su perro sobre el 6º mandamiento cuando sale de farra con las perritas del barrio; pero a su hijo, si no lo sermonea con rudeza, capaz que se va al infierno por pecar gravemente de omisión.
Luego, resulta que la afirmación del párrafo anterior no es "machista" sino ... jerárquica. La Iglesia es jerárquica. La Creación es más jerárquica todavía, como se sabe y, en parte, queda dicho. Luzbel no quiso servir a un Hijo de Hombre y, por eso, gritó, para toda la eternidad: "¡no serviré!" y, en cierto modo, reclamaba que la Creación tenía una jerarquía que Dios no estaba respetando. ¡Faltarle así el respeto a él, que era todo un ángel importantísimo, igualito en dignidad a cualquier otro y, mejor todavía que cualquier otro! Y resulta que la Segunda Persona de la Ssma. Trinidad, ante la cual debía doblar su rodilla toda potencia en el Cielo la Tierra y los Avernos ... ¡era un hombre, sí, un hombre ... ni siquiera un ángel!
Los ángeles, y no solamente los demonios, tendrían derecho a quejarse ante el Trono del Altísimo por esta violación a su dignidad angelical. Un ser humano puede confeccionar el Santísimo Sacramento, es decir, convertir un pedacito de pan ázimo en Dios Uno y Trino y darlo a comer a sus semejantes, o absolver de las penas eternas o elevar un hombre a la condición de Dios ¡y ellos se tienen que quedar ahí, mirando y adorando! Y todo por que Cristo es hombre.
Y además, era varón. Y lo es por toda la Eternidad. Pero los ángeles no se quejan; y las mujeres santas, como la Mamá de Nuestro Señor, tampoco.
Acá es lo mismo, si me permite la comparación. Y donde hay jerarquía, en teoría, no debería haber envidia ni deseos inmoderados, por que no debería haber supremacía ni servidumbre sino servicio y sacrificio: la jerarquía está puesta por Dios para mi bien, no para mi envidia; y el puesto en la "cadena" lo designa Dios, siendo así el sacerdocio destinado para los que Él elije y llama: "Vosotros no me habéis elegido a mí: yo os he llamado a vosotros" se dice en San Juan 15, 16. Y esto lo afirma Jesús la noche que instituye el sacerdocio ordenado, la santa Misa y el episcopado. La Iglesia, por tanto, puede predicar el Evangelio; no reformarlo.
Esa noche estaban allí los Doce con Él. Ni su Madre, nuestra Madre del Cielo, estuvo invitada a la Primera Misa, según parece. Tampoco Nuestro Señor la hizo sacerdotisa y en toda la vida pública de Jesús no pronuncia otras palabras que éstas: "haced lo que Él os diga". María Santísima es presentadora de la obra del Redentor, pero no sacerdotisa. No obra por Él sino para Él.
Me parece que vale la pena tener claro el ejemplo.
Siguiendo un texto paulino, cuando una mujer (o un varón sin vocación real) quiere el sacerdocio ordenado, igualmente quiere una cosa buena, lo cual no es necesariamente un acto moral bueno si se quiere con un fin distinto al que Dios le dió al instituirlo. Y al contrario, al quererse una cosa buena con desorden, se la pervierte y se peca gravemente, porque la gravedad del pecado, está también dada por la jerarquía del bien que se impide o se viola. Sería un apetito inmoderado querer una cosa buena que no está a nuestro alcance o no nos corresponde o tener o pedir, y en esto, hay siempre falta grave. Como la habría proporcionalmente en la jerarquía eclesiástica si consintiese en darlo, pues de esta forma traicionaría el mandato del Divino Fundador por mera demagogia, además de engañar al pretencioso con una dádiva vana y sin sentido.
La Sexualidad
La sexualidad tiene un fin específico que es la fecundidad, la perpetuación de la especie, y la perpetuación de la especie, que ya es una cosa buena en sí misma y un señor fin, se remite al cumplimiento del mandato divino "Creced y multiplicaos". Todo muy jerárquico. Cuando hay sexualidad deben estar presentes todos los fines, al menos en la intención inicial, aunque no hace falta que estén permanentemente en la conciencia, por que el hombre es una unidad moral y no se puede fraccionarlo, ni siquiera de la cintura para abajo. La "dimensión" satisfactiva o sedativa del sexo, que no es desdeñable y es un fin lícito, debe darse siempre dentro del Matrimonio, como manda la Iglesia y dispuso Cristo mismo y explicó como pudo San Pablo —que decía sufrir un aguijón en su carne que no sabemos qué era y que le producía padecimientos enormes.
Por lo tanto, la idea degradada de la sexualidad la tienen quienes la desgajan de su fin, altísimo si lo hay en este mundo, de perpetuar la especie y cumplir un mandato divino, para rebajarla a un pasatiempo placentero e irresponsable. No hablo del "amor" que es una palabra demasiado recorrida en los sermones dominicales sin ningún rigor y con un hastío que ya pesa; pero cuando se cumplen los mandamientos se ama a Dios, dice Su Hijo. Un sacerdote, que libremente dio promesa de celibato, y una mujer, que sabe que anda coqueteando con un hombre consagrado, no tiene auténtico "amor" sino una pasión desordenada, y no deben ser felicitados sino amonestados.
Todo este problema del sacerdocio católico está desordenado, desubicado y enrarecido, cuando se mira con ojos humanos y no sobrenaturales. El sacerdocio no es una congregación de beneficencia o de filantropía masónica, sino un don divino para la santificación y salvación de los hombres. Dios no lo hubiese puesto si no fuese bueno tal como Él lo instituyo. Para entenderlo, hay que verlo como lo mira Dios y no como lo hubiera hecho cualquier hombre.