La elección y ministerio del Papa Francisco ha dado lugar, por un sinnúmero de razones, tanto de parte de ciertos sectores laicos como eclesiásticos a una crítica a la persona de Pedro, tanto en juicios que pesan sobre sus gestos, como en su doctrina, tachándolo incluso de hereje. Esto ha creado confusión en la obediencia y fidelidad que se le debe de dar al Vicario de Cristo, que como ha enseñado siempre la Iglesia Católica existe una identidad absoluta sobrenatural y divina entre el Papa, sea quien sea éste, y Pedro.
Por ello, en su comentario a San Mateo (XII – XIV) dice Orígenes que la promesa que Cristo le hizo a Pedro – tibi dabo claves regni coelorum – es “para cualquiera que sea Pedro”, ya sea Alejandro VI o San Pío X.
La crítica al Papa no deja de ser sorpresiva si recordamos el texto preclaro de Henri Lacordaire, O.P. cuando decía:
“La Santa Sede tiene una desgracia que le es común con todos los grandes hombres y todas las grandes obras: no puede ser rectamente juzgada por el siglo en que se actúa, y, como es inmortal, vive insultada entre su gloria pasada y su gloria futura, semejante a Jesucristo crucificado en medio de los tiempos, entre el día de la Creación y el del Juicio Universal”.
Conviene pues recordar algunos puntos fundamentales en torno a Pedro y a las eficaces palabras que Jesucristo le prometió y que ayudarán a fortalecer la fe en momentos en que la apostasía se manifiesta por todas partes, máxime que la peor confusión aún está por venir. Son momentos de especial fidelidad al Vicario de Cristo, pues Cristo quiso que Pedro – y con él todos sus sucesores – fueran la cabeza esencial de la Iglesia juntamente con él.
Falta de Fe en la Eficacia de las Palabras de Jesucristo a Pedro
Parte de la crítica al Papa Francisco y de las dudas que muchos dejan crecer en su corazón sobre la ortodoxia y buena doctrina del Papa radica en la falta de fe en la eficacia de las palabras de Cristo a Pedro y a sus sucesores, los romanos pontífices:
“Tú eres roca y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16, 18). “He rogado por ti para que tu fe no desfallezca” (Lucas 22, 32). “… y Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que tú ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que tú desates en la tierra, quedará desatado en los cielos” (Mateo 16, 19). Cristo le da así a Pedro en la tierra y en el cielo exactamente el mismo poder que en lo espiritual tiene Él en el cielo y en la tierra.
Así pues hay corrientes que no creen en la asistencia de Cristo a su Iglesia, asistencia divinamente garantizada y que por lo mismo no puede ser sino absolutamente eficaz y perpetua. De por medio está la palabra de honor de Cristo.
Si esta asistencia no es para la enseñanza de la Verdad (que abarca fe, costumbres, el juicio de lo bueno o malo y culto divino) no servirá para nada. Más aún, si esa asistencia no preserva de manera absoluta al Papa de toda posibilidad de error doctrinal, entonces esta asistencia resulta irrisoria: de nada sirve la Iglesia así. Dicho en palabras rotundas: Cristo fracasó.
No creer pues en las palabras de Cristo sería como afirmar que Cristo faltaría en las cosas necesarias a la Iglesia, “a la cual ama y por la cual dio su sangre”, aun cuando de la misma sinagoga dijo el Señor: ‘qué más he debido hacer por mi viña que no haya hecho por ella’” (Isaías 5, 4) (Comentarios de Santo Tomás de Aquino en la Suma contra Gentiles en el Libro IV Capítulo 76).
Desde luego que la Iglesia, desde Su Fundación, ha pasado y pasará por grandes tribulaciones, divisiones, cismas y persecuciones. Ya lo dijo Cristo: “El siervo no es mayor que su señor. Si a Mí me persiguieron a vosotros también os perseguirán”. (Juan 15,20). Muchos obispos han sido herejes y miles de sacerdotes han caído en el cisma, en la herejía o en la apostasía y pueblos enteros se han apartado de la Iglesia, pero si la Iglesia subsiste a pesar de todo es porque jamás le ha faltado su cabeza y su fundamento, el Romano Pontífice. Por eso Pedro es la Roca, la extensión de la Piedra angular, Cristo.
¿Puede un Papa cometer herejía?
Hay quienes erigiéndose en guardianes de la fe y celosos de la verdad espulgan lo que el Papa Francisco dice o escribe, o más grave, lo que los medios de comunicación “desinforman”, para cerciorarse si no ha caído en herejía o se ha apartado de la fe y se convierta así en el anticristo anunciado por Pablo que se sentará en el templo santo de Dios (II Tesalonicenses 2, 4), o en el falso Papa o pastor del que habla Juan en Apocalipsis 13, 11, o el pastor necio (Zacarías 11, 15), lo cual ha sido puerta de gran confusión entre los fieles por un equivocado y grave discernimiento o por una falta de fe en la eficacia de las palabras de Jesucristo y a cuya cita ya hemos aludido (Lucas 22, 32; Mateo 16, 18-19). Se ha vuelto ya incómodo que a cada gesto o palabra del Papa se le mire y se le cuestione tanto para criticar a la Iglesia Católica como para difundir supuestas “nuevas verdades eclesiales” conforme los modernos tiempos lo exigen, o más grave aún, si se apartó o no del depósito de la fe.
Que un Papa sea débil o falto de virtud, o más aún le haga “daño a la Iglesia” no lo convierte en hereje. Que algunos hombres de bien se hayan creído con el derecho de regañar a un determinado Papa, no los convertía en superiores de éste, así como no toda denostación hecha por un santo a un Papa es dogma de fe ni prueba nada contra ningún Romano Pontífice. Parte de la confusión de que un Papa pueda caer en herejía se le atribuye a San Bonifacio, Obispo de Maguncia (Alemania), quien afirmaba que un Sumo Pontífice “no puede ser juzgado a menos que se descubra que se ha desviado de la fe”.
Estas últimas palabras no quieren decir que de hecho algún Papa forzosamente tenga que desviarse de la fe, pues sólo expresa una condición - que no es forzoso que se dé - para que pueda ser juzgado. Eso equivale a decir: “Si un Papa se desviara de la fe dejaría de ser Papa y se le podría juzgar y deponer”. Esta proposición cualquiera la podría suscribir, incluso el mismo Papa por su misma seguridad en la inerrancia de la que goza por especial asistencia del Espíritu Santo. Es como si un general seguro de su valor le dijera a sus soldados al dar una orden de ataque: “Si ves que retrocedo un paso, matadme”. El general podrá fallar, el Papa no. Y no falla porque la Iglesia no recibió de su Divino Fundador una constitución democrática sino esencialmente jerárquica y monárquica, pues su fundamento es divino y Cristo no lo iba a poner a discusión ni a sujetar a ningún tipo de votación. Él es el garante.
Así pues la afirmación – especulativa jurídica – de que “si el Papa fuera hereje, dejaría de ser Papa y podría ser juzgado” equivale a decir “Si Dios dejara de existir, el universo volvería a la nada”. Pero Dios no dejará de existir. Profundicemos en esto.
San Roberto Belarmino
Uno de los principales Doctores de la Iglesia, San Roberto Belarmino, expone el tema con claridad, según se desprende de la Opera Omnia, Tomo I p. 513 y siguientes, y Tomo II, p. 90 y siguientes, conforme lo cita Don Salvador Abascal en su obra El Papa Nunca ha sido ni será Hereje de Editorial Tradición de 1979.
Hay un texto de San Roberto Belarmino citando al Papa San León I Magno sobre la identidad de Cristo-Piedra con Pedro-Roca y sus sucesores:
“Así como mi Padre te reveló mi divinidad, así también yo te hago notar tu excelencia, porque tú eres Pedro; esto es, de la misma manera que yo soy piedra invulnerable, la piedra angular, que de una y otra hago una sola, yo el fundamento, en lugar del cual ninguno otro puede ponerse, con todo tú también eres la piedra, para que, afirmado con mi virtud, las cosas que son propias de mi poder sean también tuyas en participación conmigo”. (Sermón 3 de Aniversario de Elevación al Pontificado, ob. cit. en Opera Omnia de Roberto Belarmino citado por S. Abascal p. 279).
No puede ser más expresiva la afirmación de San León Magno: “Que de las dos piedras hago una sola”. Es la identidad del Papa con Cristo. Luego si el Papa puede caer en la herejía, también Cristo podría ser hereje. Y esto sería una blasfemia.
Pero hay quienes afirman apoyándose en un texto que se le atribuye a Roberto Belarmino sacado de su contexto que el Papa puede ser hereje, pero ni los antiguos Padres de la Iglesia ni San Roberto Belarmino asumen la teoría de que el Papa pueda incurrir en la herejía. Esa es la opinión que asume el Doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino, en su Capítulo 30 del Libro II del Tomo I de sus Obras Completas, donde en su extenso tratado sobre el Sumo Pontífice se dedica a demostrar, primero doctrinalmente y luego con la historia, que no puede haber un solo Papa hereje ni ha caído ninguno en la herejía.
Belarmino cita como autoridad a Orígenes: “Manifiesto es, aunque no se diga así, que ni contra Pedro ni contra la Iglesia podrán prevalecer las puertas del infierno; porque si prevalecieran contra la piedra en la que está fundada, también contra la Iglesia prevalecerían” (ob. cit. Controversiarum de Summo Pontifice, Tomo II, Libro IV, Cap. III).
Dice más adelante que el “Sumo Pontífice es el doctor y pastor de toda la Iglesia; luego la Iglesia entera debe escucharlo y seguirlo; luego si él yerra toda la Iglesia erraría” (ídem).
Según Roberto Belarmino, verdadero Doctor de la Iglesia, no puede errar el Papa en ninguna de las cosas necesarias para la salvación. Es así que las cosas necesarias para la salvación son la doctrina sobre la Fe, la doctrina sobre las costumbres, el culto y la noción clara de lo bueno y de lo malo; luego en estas cuatro cosas no puede fallar nunca el Romano Pontífice, aunque lo que él ordene no nos guste. “Non solum in decretis Fidei errare non potest summus Pontifex; sed neque in praeceptis morum quae toti Eclessiae prescribuntur, et quae in rebus necessariis ad salutem, vel in iis quae per se bona, vel mala sunt, versantur”.
Así, todo el Capítulo III está dedicado a probar la inerrancia del Papa en materia de fe y costumbres.
En consecuencia, San Roberto Belarmino es un mar de argumentos a favor de la inerrancia absoluta de Pedro y de todos y cada uno de los Papas en materia de Fe, costumbres, culto divino y distinción entre lo bueno y lo malo: en lo necesario.
Esta inerrancia del Papa, desde luego, no significa “que el que no falle en la fe no pueda cometer otro tipo de pecados”, en eso no está incluida la singular asistencia de Dios que Cristo impetró a favor de Pedro.
Padres y Doctores de la Iglesia
El Concilio Vaticano I expresa al respecto lo siguiente (Denzinger, 1836)
“La doctrina de todos los venerables padres y de todos los santos ortodoxos es que la Sede de Pedro permanece siempre intacta de todo error, según la promesa de nuestro Divino Salvador hecha al Príncipe de los Discípulos: Yo he rogado por ti a fin de que tu fe no desfallezca, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.
Algunos textos de doctores de la Iglesia ayudarán a completar la tesis:
San Ambrosio (330-397)
“Donde está Pedro ahí está la Iglesia” (sobre el Salmo V, 30. Ob. cit. p. 309)
“No se puede tener parte en la herencia de Pedro sino a condición de permanecer adheridos a su Sede” (De poenitentia, I, Cap VII. Ob. cit. por Abascal p. 309)
San Bernardo de Claraval (1090-1153)
Pero el Papa “no tiene igual en la tierra, es Pedro por el poder y Cristo por la unción, defensor de la fe, doctor de las naciones, jefe de los cristianos…; cuanto a la fe le concierne en él no puede sufrir ninguna mengua la fe, porque Cristo lo preserva de toda caída y le ordena confirmar a sus hermanos” (Tratado de la Consideración I, 2; II, 8; III, 4; IV; 7, Ep 131. Ob. cit. p. 325).
San Alberto Magno (1193-1280)
Comentando a San Lucas 22, 32, San Alberto Magno continúa la misma doctrina: “Que no desfallezca tu fe. Esta es finalmente una prueba eficaz de que la fe de la Sede de Pedro y de su sucesor no desfallecerá: hoc argumentum efficax est pro sede Petri et successore ipsius, quod fides ejus non finaliter deficiat (Opera Omnia. Edición de Augusto Borgnet, Paris 1893, p. 685, citado por Abascal p. 329).
Lo anterior basta para demostrar que en el pensamiento de este gran Doctor de la Iglesia, San Alberto Magno, ningún sucesor de Pedro puede incurrir en herejía. Puede vacilar y caer el Sucesor de Pedro por cualquier otra razón, pero no en materia de fe. Puede pues pecar contra la caridad, pero no contra la fe.
Para que quede muy claro, los grandes Doctores de la Iglesia del Siglo de Oro de la Teología Católica, los llamados Escolásticos, no dan lugar, ninguno, a la hipótesis de que el Papa pueda cometer herejía.
Enseñanza Dogmática
La unidad, la fuerza y la doctrina de toda la Iglesia no están basadas en la Sagrada Escritura ni en la Tradición sino en el Primado que Cristo le otorgó a Pedro. De tal suerte que el Primado lo estableció Cristo en una persona (sobre un hombre dice el Catecismo del Concilio de Trento), en la persona física de Pedro, y en él sobre cada uno de sus sucesores, de modo que la persona misma de Pedro es la institución del Papado, pues Pedro se perpetúa en todos y cada uno de los Romanos Pontífices.
“Así pues, si alguno dijese que el Romano Pontífice tiene solo el deber de inspección y dirección, pero no plena y suprema potestad de jurisdicción sobre la Iglesia Universal, no sólo en las materias que pertenecen a la fe y a las costumbres, sino también en las de régimen y disciplina de la Iglesia difundida por todo el orbe, o que tiene la parte principal, pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no es ordinaria o inmediata, tanto sobre todas y cada una de las iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y los fieles, sea anatema”(Dezinger 1831).
De todo lo dicho: no hay papado sin Papa; ni todos los obispos junto con todos los fieles son superiores al Papa; no hay concilio sin el Papa ni Iglesia ni concilio contra el Papa. Luego es herético juzgar y condenar al Papa por lo que sea pues no tiene superior en la tierra. Luego es también herético negarle al Papa el poder pleno de reformar los ritos y la disciplina en materia de institución eclesiástica que Cristo dejó a la decisión de Pedro.
En Conclusión
Son tres los dogmas definidos por el Vaticano I sobre el Papa:
- Su primado de jurisdicción sobre la Iglesia Universal es absoluto: lo que él ordene o permita en la tierra queda permitido o prescrito en el Cielo; asimismo lo que él prohíba en la tierra queda prohibido en el Cielo. Y esto abarca no sólo las definiciones llamadas ex–cathedra, sino todo lo relativo al gobierno espiritual de la Iglesia.
- La sucesión en la Silla de Pedro es ininterrumpida
- Es de fe divina y católica lo que el Papa defina ex–cathedra, es decir, como pastor supremo de la Iglesia Universal definiendo dogmáticamente una verdad de fe y moral. Esto no quiere decir que lo que enseñe y ordene de manera ordinaria, o sea, no ex–cathedra en materia de fe, costumbres, culto divino o disciplina pueda ser herético. Y no puede serlo por dos razones: porque en su primera enseñanza dogmática el Concilio Vaticano dijo que el Primado de Pedro en el gobierno de la Iglesia es absoluto, y porque en la misma enseñanza dogmática se asienta que la Sede de Pedro está exenta de todo error, sin distingos.
Por eso hay que estar atentos a la fidelidad y obediencia plena al Vicario de Cristo sea quien sea, y particularmente al Papa Francisco, pues de lo contrario nos estaremos saliendo del camino de la salvación. Ya lo decía Pío XII que cometen un “peligroso error aquellos que piensan poder abrazar a Cristo cabeza de la Iglesia, sin adherirse fielmente a su Vicario en la tierra. Porque quitando esta cabeza visible, y rompiendo los vínculos sensibles de la unidad, oscurecen y deforman el cuerpo místico del Redentor, de tal manera que los que andan en busca del puerto de salvación no pueden verlo ni encontrarlo” (Mystici corporis Christi no. 35)
Excursus
Finalmente, aprovecho este espacio para expresar mi opinión y dar respuesta a una inquietud, tanto en tuits como en mails, sobre ciertos comentarios y juicios que se han hecho en torno a la persona del Papa Francisco y que han creado confusión entre muchos fieles.
En primero lugar, todos los mensajes que por vía de revelación privada que antes y después de la elección del Papa Francisco lo señalan como falso papa, antipapa, falso pastor y similares calificativos son sencillamente falsos, ya de origen o de inspiración diabólica. No se requiere demasiada experiencia o sabiduría para entender que un mensaje auténtico del Cielo jamás señalará a una persona como el falso papa. Invitará a la práctica de la oración, del sacrificio, del ayuno para poder discernir en momentos que la Iglesia se divida, etc. pero no va a identificar al bueno o al malo, pues esa es parte de nuestra responsabilidad: “velad y orad para no entrar en tentación” (Mt 26,41). Todos esos mensajes que van en la línea de adelantar eventos para confundir, como de hecho han confundido, son falsos. Aun cuando el resto del mensaje sea “conforme al evangelio”, al errar en lo esencial pierde su autenticidad y deja entrever la cola del enemigo. Un mensaje pues que señale que éste o aquél es el falso Papa va en contra de la Sabiduría Divina y Justicia Perfecta, pues aún con el mismo Demonio Dios es Justo y su batalla espiritual la ha dejado en igualdad de ventajas y de desventajas.
Asimismo diremos de los mensajes privados que invitan a rezar por el Papa Francisco para que “no se convierta en el falso pastor”; no sólo son falsos sino van contra la Revelación misma de Jesucristo, conforme se ha explicado con anterioridad.
También es equivocado el discernimiento de que la renuncia del Papa Benedicto XVI fue inválida por equis razones, por lo que el cónclave de la elección del Papa Francisco fue inválido de origen y también su posterior elección, donde resulta entonces que Benedicto XVI es el válido y Francisco el falso. Esto es teología ficción y lamentable discernimiento de las profecías que no vale ni la pena dedicarle tiempo a ello.
Los sedevacantistas están en una puerta sin salida hace mucho tiempo, donde para estos el último Papa verdadero fue Pío XII. Como ya no viven ninguno de los cardenales nombrados por este Papa, y como Juan XXIII convocó el Concilio y Paulo VI lo continuó, pues tenemos Sede Vacante desde entonces, y los actos de todos estos papas desde Juan XXIII hasta Francisco son nulos, por lo que ya se cortó para siempre la sucesión de los Pedros, contra la promesa de Cristo y contra el dogma expreso del Concilio Vaticano I (Denzinger 1825).
Los comentarios públicos de laicos y religiosos que se erigen como jueces del Papa Francisco pretendiendo dizque hacer un bien lo único que provocan es confusión y duda entre los fieles y hacen un gran daño a la Iglesia. La postura debe ser de fidelidad, obediencia y oración por el Papa Francisco para que cumpla lo más fielmente la Voluntad de Dios en este momento decisivo de la historia.
Ataque Satánico contra la Iglesia
No ignoramos que una gran tormenta espiritual sin precedentes se avecina a la Iglesia. Una gran prueba que hará dudar a muchos y a escandalizar a otros y de la que los mismos Papas, desde Pio X hasta nuestros días, se han referido a ella. Prueba que le llevó decir a Paulo VI que “el humo del infierno ha entrado a la Iglesia santa de Dios” (29/VI/72), y a la Santísima Virgen en Fátima “En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe”, dejando adivinar que en el resto del mundo, en Europa, la fe se perderá, y eso es lo que Pablo llamaba la dicessio, la apostasía. Más aún, la revelación pública – las dos Mujeres del Apocalipsis - anuncia que en algún momento la Iglesia Verdadera se separará de la falsa, dando lugar a un Gran Cisma, y sí, en la que la Iglesia tendrá simultáneamente en algún momento “el trono de Pedro en disputa”, “dos hermanos en discordia”, uno verdadero y el otro falso, pero esto vendrá más adelante, y desde luego nada que ver con el Papa Francisco.
Recemos por el Papa Francisco. Necesita mucho de nuestra oración. Así lo ha pedido desde el inicio de su pontificado de manera insistente, y eso es lo que hay que hacer. No seamos promotores de dudas y confusiones, de una división contra la unidad de la Iglesia que, conforme al Plan Divino de Salvación, sólo será permitida en el tiempo de la historia del hombre; “por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados aquellos que no creyendo en la verdad se complacieron en la iniquidad” (II Tes, 2,11). Así pues, la condición de esta unidad en la Iglesia deviene de la existencia de un jefe único y visible, el Papa, el representante del gran Padre Eterno.
Grandes designios están sobre el Papa Francisco. Su pontificado es trascendental para el futuro inmediato de la Iglesia y del mundo. El Papa que las auténticas profecías anunciaron hace tiempo como “el rompedor”.
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