El pasado 31 de octubre el Papa Francisco estuvo en Suecia para una visita de dos días con motivo de los 500 años de la reforma luterana y los 50 años de las relaciones entre esta confesión y la Iglesia Católica.
Uno de los principales actos del viaje del Papa Francisco a Suecia fue la oración ecuménica conjunta en la Catedral luterana de Lund. Allí, el Papa Francisco y el Obispo Munib Yunan, Presidente de la Federación Mundial Luterana firmaron una declaración conjunta al término de la oración. En el texto se “exhorta a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros”.
A primera vista resulta sorprendente para muchos que el Papa participe junto con los luteranos de la conmemoración de un hecho que se inició con el debate en torno a la salvación, pero que luego abrió una larga etapa de disputas, divisiones y guerras.
Sin embargo, el viaje del Papa Francisco a Suecia no es un hecho repentino y aislado, sino el corolario de un proceso de diálogo ecuménico iniciado especialmente a partir del Concilio Vaticano II y que ya ha sido marcado por otros hechos puntuales protagonizados también por otros Papas; especialmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, y, además la famosa Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación por la Fe del 31 de octubre de 1999.
El Ecumenismo
Para no obviar ni mal interpretar, recordemos que el Concilio Vaticano II en su decreto Unitatis Redintegratio define al ecumenismo como el movimiento impulsado por el Espíritu Santo para restaurar la unidad de los cristianos. Exhorta también a todos los fieles católicos a que “reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica”. Este documento define pautas muy claras para el movimiento ecuménico, las cuales, por desconocimiento de muchos católicos, son ignoradas logrando efectos adversos y perjudiciales para la Iglesia, al punto que muchos fieles terminan practicando una especie de sincretismo cristiano contrario no solo al espíritu sino a la letra misma del Concilio.
El Verdadero Ecumenismo
El decreto Unitatis Redintegratio establece que “solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios” (Unitatis Redintegratio 3).
El verdadero ecumenismo busca por medio del diálogo aumentar el entendimiento entre las distintas confesiones cristianas, para mover a la conversión a todos aquellos que se encuentran alejados de la Iglesia Católica, a la plenitud de la fe que solo se puede encontrar en ella. La finalidad del diálogo es, atraer al que está alejado de la Iglesia a su seno, no dialogar por dialogar asumiendo que hace bien quedándose donde está.
El Papa Juan Pablo II respecto al tipo de unidad que busca el ecumenismo explica:
“Jesús mismo antes de su Pasión rogó para «que todos sean uno» (Jn 17, 21). Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en la unidad se expresa toda la profundidad de su ágape. En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica (Juan Pablo II, Ut unum sint 9).
En Reconciliatio et Paenitentia el Papa sostenía:
“El diálogo de la reconciliación jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y la Iglesia, sino que deberá servir para su transmisión y puesta en práctica a través de los medios dejados por Cristo a la Iglesia para la pastoral de la reconciliación: la catequesis y la penitencia.”
Camino con Luteranos
Así pues, en los años 70’s y 80’s nadie hubiera pensado en que luteranos y católicos hubieran alcanzado tal acuerdo, pero el diálogo con los luteranos fue el primer diálogo bilateral que la Iglesia inició enseguida después del Concilio (Vaticano II) en 1967. Por eso, esta visita del Papa NO celebra tanto los 500 años de la reforma protestante, como los 50 años del comienzo del DIÁLOGO entre luteranos y católicos.
Debe señalarse y recordarse que esa Declaración no englobaba todo lo que ambas partes enseñan sobre la justificación; se limitaba –y ya es bastante– “a recoger el consenso sobre las verdades básicas de dicha doctrina”, y señalaba –cosa también importante– que “las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación ya no dan lugar a condenas doctrinales”. Asimismo, cabe añadir que el consenso no se extiende a todos los puntos conflictivos entre ambos credos: subsisten cuestiones tan importantes como la naturaleza misma de la Iglesia, la Jerarquía y los ministerios, la relación entre Palabra de Dios y Doctrina de la Iglesia, y los Sacramentos. No tiene sentido, pues, hablar de un consenso pleno entre Iglesia Católica y luteranismo, pero, sin duda, se sientan sólidas bases para la tarea ecuménica pendiente.
Por tanto, Francisco ha continuado el camino ecuménico de sus predecesores: en 1999, cuando se firmó la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación”, con el papa Juan Pablo II; en 2013, cuando se abordó el documento "Del Conflicto a la Comunión”, cuyo Papa era Benedicto XVI; y ahora el papa Francisco es quien está cosechando estos frutos de un camino ecuménico conjunto. "Juntos en la esperanza", el lema del viaje papal, está precisamente inspirado en el informe publicado en 2013 por la Comisión Internacional Católico-Luterana sobre la unidad: "Del Conflicto a la Comunión".
Greg Burke, director de la Sala de Prensa vaticana, aseguró que "también Benedicto hubiera hecho un viaje parecido, una conmemoración; es lógico, teniendo en cuenta la larga preparación de este evento".
Además del camino ecuménico recorrido, otra clave de este acontecimiento histórico reside en el uso de la palabra "conmemoración" y no "festejo" o "celebración", una postura adoptada por el grueso de las mismas iglesias luteranas.
"Hay diferentes opiniones sobre si se trata de celebrar o de conmemorar", expresó el pastor luterano Daniel Beros, doctor en Teología, quien explicó que, en Alemania, la Confederación de Iglesias Luteranas, unidas y reformadas, elaboró un documento sobre los 500 años de la Reforma a la luz de los diálogos ecuménicos entre protestantes y católicos: “Justificación y Libertad”. En el documento, explicó, se hace un repaso de los diferentes usos que la sociedad alemana fue haciendo de esas conmemoraciones, connotadas por el modo en que el discurso dominante en cada época instrumentalizó esa memoria cultural.
En un sentido similar se expresó el cardenal Koch, al decir: "En el pasado hemos tenido centenarios confesionales con tonos triunfalistas y polémicos". En la actualidad, es evidente la voluntad de la gran mayoría de las iglesias luteranas de una conmemoración calibrada en función del acercamiento y el diálogo interconfesional.
Haciendo un balance, el cardenal Koch, en la conferencia de prensa al explicar el documento "Del Conflicto a la Comunión" explicó que el texto menciona tres puntos: "Primero: gratitud, por todo lo que hemos podido descubrir que existe en común entre protestantes y católicos. Segundo: Lutero no quería hacer una división ni crear nuevas Iglesias. Lutero quería renovar la Iglesia católica y en ese tiempo no era posible, y llegó la división de la Iglesia. Y las horribles guerras confesionales del siglo XVI y XVII. (…) Tercer punto: esperanza. Esta conmemoración común puede traer frutos futuros".
"El primero y tercer punto podemos conmemorarlos sin problema, sobre el segundo punto tenemos que hacer penitencia. Y por ello hay que entender qué punto se festeja", agregó Koch.
En la misma Declaración Conjunta en la que hay acuerdo sobre la Justificación por la Fe –la tesis central de Lutero–, quedan establecidos los puntos sobre los que aún no hay acuerdo: el ministerio, la Iglesia y la Eucaristía. Son puntos sobre los cuales prosigue el diálogo ecuménico y sobre los cuales, en opinión de Kurt Koch, podría haber en un tiempo no muy lejano, una nueva declaración conjunta. Pero enfatizando que ya Juan Pablo II hizo una declaración irreformable e infalible sobre el sacerdocio femenino:
Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, se ha conservado por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y se ha enseñado firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia (Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, 22 de mayo de 1994).
Los Papas JPII, BXVI Y Francisco sobre Lutero
En octubre de 1983, el Papa Juan Pablo II escribió que "lo que ha salido a la luz de modo convincente es la profunda religiosidad de Lutero, que ardía de ansia abrasadora por el problema de la salvación eterna". Asimismo, agregó: "Algunas peticiones de Lutero relativas a una reforma y a una renovación han hallado eco en los católicos desde diversos puntos de vista: así, cuando el Concilio Vaticano II habla de la necesidad de una reforma y de una renovación permanente" (Carta al cardenal Willebrands, 31 de octubre, 1983: A AS 77, 1985 págs. 716 y 717).
Para Lutero, "la teología no era una cuestión académica, sino una lucha interior consigo mismo, y luego esto se convertía en una lucha sobre Dios y con Dios", dijo Benedicto XVI en septiembre de 2011, en un viaje a Erfurt, la ciudad alemana donde se formó Lutero. "Lo que le quitaba la paz –siguió diciendo el hoy papa emérito, Joseph Ratzinger– era la cuestión de Dios, que fue la pasión profunda y el centro de su vida y de su camino. '¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?: esta pregunta le penetraba el corazón y estaba detrás de toda su investigación teológica y de toda su lucha interior".
También Francisco reflexionó sobre el monje agustino: "Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Tal vez algunos métodos no eran los justos, –pero – en ese tiempo la Iglesia no era un modelo por imitar, había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder, y por esto él protestó".
"Hoy, luteranos y católicos, protestantes, todos, estamos de acuerdo con la doctrina de la justificación, en este punto tan importante él no se ha equivocado, dijo Francisco. Ese documento sobre la justificación creo que es uno de los documentos ecuménicos más ricos, más profundo".
En cuanto a la realidad presente y el futuro del ecumenismo, los tres pontífices también han dejado interesantes reflexiones.
Francisco se inclina claramente por un ecumenismo práctico, que no se deje empantanar por interminables discusiones teológicas, que de todos modos alienta a proseguir: "Yo creo que debemos rezar juntos, rezar. (…) Segundo, trabajar por los pobres, por los perseguidos, por tanta gente, los prófugos, tanta gente que sufre. Trabajar juntos, orar juntos y que los teólogos estudien juntos, buscando. Éste es un camino largo, larguísimo".
Benedicto XVI, por su parte, exhortó a protestantes y católicos a unirse en torno a lo esencial: "Lo más necesario para el ecumenismo es, sobre todo, que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa. ¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe? (…) Esto es una tarea ecuménica central. En esto debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo" (23 de septiembre del 2011 a los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica Alemana).
"A propósito de la historia de nuestra separación –había dicho Juan Pablo II en Maguncia en 1981 en un discurso ante representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania– deseo repetir las palabras que pronuncié con ocasión de mi visita pastoral a Alemania Federal: 'No nos juzguemos, pues, ya más los unos a los otros' (Rom 14, 13). Por el contrario, nosotros queremos admitir recíprocamente nuestras culpas, aún en relación con la gracia de la unidad vale la frase: 'Todos pecaron' (Rom 3, 23)".
Es un proceso largo, pero hay que andar el camino de la unidad, en plena respuesta a la petición de Cristo que desea que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21).
Al final de todo esto, la unidad – en la VERDAD – se logrará con todos los que abandonaron la fe en Cristo mediante su Esposa, la Iglesia, y, por paradójico y extraño que parezca, será MARÍA el eslabón de la UNIDAD con todos, aunque sea a costa de derramamiento de sangre. Por eso, repetimos con el Papa Francisco:
“Bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos”.
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