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Corazón Ardiente

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Ayer fui invitado a ver la Premier de la película CORAZÓN ARDIENTE de GOYA PRODUCCIONES. Otra buena película más de muchas productoras y distribuidoras católicas que se han presentado en los últimos años y que contribuyen a la conversión de vida, tales como VIVO, FÁTIMA: EL ÚLTIMO MISTERIO, LA ÚLTIMA CIMA, TIERRA DE MARÍA, EL MAYOR REGALO, KAROL, CASIA, EL GRAN MILAGRO, GARABANDAL, SOLO DIOS LO SABE, TODO O NADA, SOY FUEGO: LA VIDA DEL PADRE HENRY, entre otras muchas.

En CORAZÓN ARDIENTE, se aborda la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero, ¿no es algo ya superado por la teología? ¿No se ha quedado anquilosado y limitado a algunas ancianas piadosas? No, la Devoción al Corazón de Jesús no es una devoción más, sino esencial. Ni siquiera es una Espiritualidad importante. Es el núcleo de nuestra Religión.

Varios Papas han escrito sobre esta devoción:

Pío XI: “De esta devoción, mandada a toda la Iglesia, vendrán muchos e importantes bienes, no sólo a los individuos, sino también a la Iglesia, Estado y familia”. En ella “se contiene el compendio de toda la religión y la norma de vida más perfecta” (Encíclica Miserentissimus Redemptor # 3 y 14).

Pio XII: Es “la profesión más completa de la religión cristiana”. (Encíclica Haurietis Aquas # 66).

Juan Pablo II: “Esta Devoción corresponde más que nunca a las expectativas de nuestro tiempo” (05 octubre de 1986). “El hombre del año 2000 tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de Él para construir la Civilización del Amor.” (08 de junio 1994).

Devoción y Corazón

Santo Tomás de Aquino explica que la palabra “devoción” significa primariamente la voluntad de entregarse al servicio de Dios. De ahí que, en sentido estricto, sólo se puede tener devoción a Dios. En sentido amplio, a todo lo que se relaciona con Dios, como, por ejemplo, a la Virgen y a los Santos (STh., II-II, q. 82, a 2, ad 3).

Corazón

Ahora bien, el centro de nuestra fe es Jesucristo, pero ¿por qué su Corazón? La respuesta a esta pregunta es sencilla: porque no ha sido ningún Papa, ningún Santo, ningún místico, ningún teólogo, quien lo ha propuesto: ¡Es el mismo Jesús! Él mismo sigue invitando a su Corazón:

Venid a Mí todos, (…) que soy manso y humilde de Corazón” (Mt 11, 28 s).

En casi todas las culturas de todos los tiempos el corazón es un símbolo primario, que significa la intimidad más honda de la persona, su secreto, su misterio, síntesis de su pensar y obrar, centro de la vida afectiva, intelectual, volitiva y religiosa. Es universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y emocional.

En la Biblia, la palabra «corazón» es más importante y rica en significado:

– “Yo pongo mi ley en su interior, la escribo en sus corazones” (Jr 31, 33).

 – “Los hombres ven lo externo, pero Dios ve el corazón” (I Sam 16, 7).

 – María “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19).

– “Del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios...” (Mt 15, 19).

– “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rm 5, 5).

En suma, en el lenguaje de la Biblia, “corazón” significa el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior.

A título anecdótico, en la Sagrada Escritura el término antropológico que más se usa es “corazón”. En el Antiguo Testamento se habla veintiséis veces del Corazón de Dios. En el Nuevo Testamento, 159 citas.

Y sabemos que el símbolo del Amor está íntimamente ligado al vocablo del «corazón». Son normales expresiones como: “Te quiero con todo el corazón”; “Te doy mi corazón”.

En la Biblia, el símbolo del corazón se suele aplicar a los sentimientos inspirados por el amor: “Amarás a Yahveh con todo tu corazón” (Dt 6, 5).

El culto al Corazón de Jesús es sustancialmente el mismo culto al Amor con que Dios nos amó por medio de Jesucristo, al mismo tiempo que el ejercicio de nuestro amor a Dios y a los demás hombres. Dice Juan Pablo II que “durante toda la vida terrena de Jesús, este Corazón fue el centro en que se manifestó de modo humano el Amor de Dios, el Amor de Dios Hijo y, por el Hijo, el Amor de Dios Padre” (Juan Pablo II 18 de septiembre de 1984).

En resumen, decir “Corazón de Jesús” es significar la Persona de Jesucristo en su interioridad más profunda, su intimidad, su misterio; la síntesis de su Persona y Obra, sus motivaciones, sus deseos. Pero se indica, además, que en el centro de su Ser está el amor, que actúa movido por amor, que Es Amor. Expresamos que Jesús nos ama, que somos importantes para Él, que ha muerto por nosotros y espera nuestra respuesta a Su Amor.

Y así:

– Dios no sólo ama, sino que ES Amor (cfr. I Jn 4, 8 y 16).

– Dios crea el Universo por Amor (cfr. Sal 136, 1-9).

– Dios Padre nos amó tanto que nos dio a su Hijo (Cfr. Jn 3, 16).

– Jesús se entrega a Sí mismo por Amor (cfr. Ga 2,20; Ef 5, 2).

– La vida de Jesús se resume en el amor: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,

1).

– La única respuesta posible a tanto Amor es amando (cfr. Jn 15, 9-17).

Historia

Hay quienes piensan que esta devoción inicia con las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque, en Francia, en el siglo XVII, pero esto es un error, pues se retrotrae a los inicios del cristianismo.

Históricamente, la primera “devota” del Corazón de Jesús o, dicho de otra manera, la que mejor conoció el Amor de Jesús y la que más le amó, fue la Virgen María. En su seno se formó físicamente. Y, junto a María, Juan Evangelista, el que se sintió amado por Jesús (cfr. Jn 13, 21-26; 19, 26-27; 20, 1- 21, 20-24), el que apoyó la cabeza en el pecho de Jesús en la Última Cena (cfr. Jn 13, 25), el que vio brotar sangre y agua al ser atravesado su Corazón en la Cruz (cfr. Jn 19, 34), el que mejor comprendió su mensaje de amor.

Los Santos Padres asumieron la Tradición Apostólica sobre el Corazón de Jesús. Lo veían como símbolo de su Amor, como el lugar de donde las gentes “beberán con gozo de las Fuentes de la Salvación” (cfr. Is 12, 1).

Si queremos indicar las etapas gloriosas recorridas por este culto en la historia de la piedad cristiana, hay que recordar los nombres de algunos de aquellos que se pueden considerar como los precursores de esta Devoción. Así, por ejemplo, se distinguieron por haber establecido y promovido cada vez más este culto al Corazón de Jesús: San Buenaventura, San Alberto Magno, Santa Gertrudis, Santa Catalina de Siena, San Pedro Canisio y San Francisco de Sales. San Juan Eudes es el autor del primer oficio litúrgico en honor del Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta solemne se celebró por primera vez el 20 de octubre de 1672. Pero entre todos los promotores de esta excelsa Devoción merece un puesto especial Santa Margarita María Alacoque, porque su celo, iluminado y ayudado por el de su director espiritual, San Claudio de la Colombiere, consiguió que este culto haya alcanzado el desarrollo que hoy suscita la admiración de los fieles cristianos y que, por sus características de amor y reparación, se distingue de todas las demás formas de la piedad cristiana.

Santa Margarita María recibe apariciones de Jesús desde 1673. En la primera, Jesús le comunicó:

“Mi Corazón divino está tan apasionado de Amor por los hombres, y por ti en particular, que, al no poder contener en Sí las llamas de su ardiente caridad, quiere transmitirlas con todos los medios”.

Es notable la aparición en la fiesta de Juan Evangelista (27 de diciembre de 1673), en la que Jesús permitió a Santa Margarita María, como antes lo había hecho con Santa Gertrudis, reclinar la cabeza sobre su Corazón, y le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran difundidos. Que Él la había escogido a ella para esta obra.

Y en la conocida como “la gran aparición”, en la octava de Corpus Christi de 1675, Jesús dijo: “Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que nada ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles su Amor y, en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y desprecios en este Sacramento de amor. Pero lo que me es todavía más sensible es que obren así los corazones que de manera especial se han consagrado a Mí”.

Las revelaciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita son importantes, tanto por su contenido como por la importancia que la Iglesia les da (de hecho, los abundantísimos textos pontificios que hablan del Corazón de Jesús se refieren a ellas de una forma especial), así como por las prácticas concretas que pide el Señor:

Una Fiesta: “Te pido que se dedique el primer viernes, después de la octava del Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en dicho día y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares” (El Señor se lo dice en “La Gran Revelación” probablemente el 16 de junio de 1675).

– La Hora Santa: “Todas las noches del jueves al viernes te haré partícipe de la mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte…”Sufrí aquí más que en el resto de mi Pasión, por verme en un abandono completo de cielo y tierra, cargado con los pecados de todos los hombres. No hay creatura capaz de comprender la magnitud de los tormentos que entonces sufrí”.

La Consagración.   Los Papas del siglo XX han realizado diversos análisis sobre la situación del mundo y coinciden en que, si la causa de los problemas es haber eliminado a Jesucristo de nuestra vida, la única solución consiste en aceptarle, pues sólo en el Corazón de Cristo y en su Doctrina se encuentra la perfecta y total salvación a nivel personal, familiar y social. El hombre actual es como el hijo pródigo, que ha abandonado la casa paterna, pero, a diferencia del de la parábola (Lc 15, 11-32), no sabe que su Padre es Bueno y no se plantea volver, ni encuentra el camino de regreso. Por medio de la Devoción al Corazón de Jesús, el hombre encuentra el camino de regreso al Padre. Ahora bien, ¿cómo poner a Jesús en el centro de nuestra vida personal, familiar y social? Él mismo se adelantó a darnos la solución: la consagración a Su Corazón es el mejor medio para compensar y reparar tantos pecados e indiferencias y para vivir mejor la Religión. Jesús manifiesta su Amor en su entrega. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su Hijo” (Jn 3, 16). “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Más aún, Jesús se consagra al Padre para salvarnos (Cfr. Jn 17, 19), y lo hace como Cabeza de su Cuerpo. Por eso invita a los miembros de su Cuerpo a unirse a su consagración.

Santa Margarita Mª de Alacoque recomendaba: “Si deseas vivir completamente para Él, llegar a la perfección que desea de ti, si quieres ser del número de sus amigos, es necesario que hagas a su Sagrado Corazón una consagración total de ti mismo y de todo lo que depende de ti. Después de eso, ya no te mirarás sino como perteneciente al Corazón de Jesús, al que podrás recurrir en todas tus necesidades, y establecer en Él tu morada. Él reparará lo imperfecto que pueda haber en tus obras y santificará las acciones buenas, si permaneces en todo unido a sus designios sobre ti”.

La Reparación

En nuestra entrega a Dios tenemos que partir de nuestra realidad de pecadores (cfr. Lc 18; I Jn 1, 8 y 10), siendo conscientes de que todo pecado, tanto el propio como el ajeno, repercute en Dios (Cfr. Sal 51, 6; Lc 15, 18 y 21) y, más en concreto, en el Corazón de Jesús.

Una vez lesionada o rota la amistad con Dios, es necesaria una reconciliación. “Si en la consagración lo primero y principal es que al Amor del Creador devuelva amor la creatura, se sigue que, si ese Amor increado ha sido olvidado, descuidado u ofendido, se le deben compensar las injurias que se le han inferido. Este deber es lo que llamamos reparación” (Pío XI: Encíclica Miserentissimus Redemptor) Teniendo en cuenta que el Corazón de Jesús se manifiesta como despreciado, el amor específico de la Devoción deberá manifestarse como un amor de reparación.

Los nueve Primeros Viernes: “Yo te prometo”, le dice Jesús durante la comunión de un viernes, “en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi Amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera”. “Me mandó comulgar todos los primeros viernes de mes para reparar los ultrajes que recibe en el Santísimo Sacramento.”

España e Hispanoamérica

El P. Bernardo de Hoyos (+1735), jesuita, es el primer apóstol de la Devoción del Corazón de Jesús en España. El 14 de mayo de 1733 estaba pidiendo una fiesta del Corazón de Jesús en especial para España, y le dijo Jesús: “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”. Esta promesa que Nuestro Señor hizo al Beato Bernardo de Hoyos mostrándole su Sagrado Corazón debe tenerse en cuenta que, para España, sus territorios americanos no eran colonias, sino partes de España misma en pie de igualdad jurídica con los territorios peninsulares. La difusión del sustantivo colonias y del adjetivo colonial obedece a la influencia protestante y anglosajona y a la leyenda negra antiespañola, que posee un carácter netamente anticatólico. Es decir, esa promesa realizada por el Sagrado Corazón incluye a todos los pueblos hispánicos. La promesa emplea el verbo 'reinar', y téngase en cuenta que, en la enseñanza tradicional, el reinado de Cristo no comprendía sólo la dimensión escatológica. Se refería también al reinado social de Cristo, como puede verse en Quas Primas, la encíclica con la que Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey.

La Devoción o es Eucarística o no es Devoción

La Eucaristía, tanto en cuanto Sacrificio en el que Jesús se inmola, como cuanto Sacramento por el que se da a los hombres, es un regalo extraordinario del Corazón de Jesús. En Ella se condensa, realiza y culmina la Devoción al Corazón de Jesús.

Inmaculado Corazón de María

La Virgen María es un regalo estupendo del Corazón de Jesús, ya que, para que la Devoción a su Corazón sea más eficaz, hay que unir a ella la Devoción al Inmaculado Corazón de María, pues fue voluntad de Dios que en la obra de la Redención estuviese María inseparablemente unida con Jesús. “Así como a nadie se le concede el ir hacia el Padre sino por medio del Hijo, así tampoco puede ir nadie a Cristo si no es por medio de su Madre” (León XIII: Encíclica Octobri mense) Con mucha más razón, para llegar a lo más íntimo del Corazón del Hijo, hay que acceder a través del Corazón de la Madre. Es pues necesario primero consagrarse al Corazón de María, preparando así la Consagración al Corazón de Jesús.

Sirvan todas las anteriores reflexiones para comenzar o continuar y fortalecer nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús por medio del Inmaculado Corazón de María.

Todos los artículos de este sitio pueden ser reproducidos, siempre y cuando se cite al autor, Luis Eduardo López Padilla, y la página donde fue originalmente publicado, www.apocalipsismariano.com

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