Cuando uno estudia los antecedentes y características de todos los engranajes de los diversos poderes que confluyen para la creación, desarrollo y consolidación del Nuevo Orden Mundial, se estará de acuerdo que en realidad este Nuevo Orden no es sino el que pretenderá hacer a un lado el Orden Cristiano para dar paso a un orden socialista, pagano, ocultista, tiránico, envuelto en una pseudo filosofía tipo New Age, que además viene a dar cumplimiento a la profecía que anuncia Juan en el Apocalipsis, sobre un breve y terrible Gobierno Mundial que tendrá lugar en la tierra al Final de los Tiempos, es decir, ahora.
Dicho en otras palabras, a partir del nacimiento del cristianismo y conforme se fue practicando individualmente la doctrina cristiana según el espíritu del Evangelio, la Cristiandad fue impregnando todo orden temporal, cultural, artístico, económico, profesional y político, teniendo especial auge y concreción entre el siglo XI y el siglo XIV. En esta época, la Cristiandad dio al mundo Romanos Pontífices eminentes, Reyes santos, como San Luis y San Fernando, grandes teólogos como Santo Tomás y San Buenaventura, las grandes catedrales románicas y góticas, las corporaciones artesanales, las Universidades. El principio cristiano del amor de alguna forma era palpable y, por encima de los conflictos había una unidad de fondo, por lo que es exacto afirmar que Europa vivió un período de concordia como nunca lo había experimentado. Es decir, como escribe el Padre Meinvielle: "La Iglesia al informar los diversos Estados de la tierra, y al recibirlos en su seno, los estrechaba también en una hermandad sobrenatural, que robustecía los vínculos derivados del Derecho de Gentes"(Cfr. Unidad de la Civilización Cristiana. Revista Verbo No. 278 1987 p. 25.)
Sin embargo, fue a mediados del siglo XIV cuando empieza el desmembramiento de este edificio de la Cristiandad que se fue construyendo laboriosamente. El Humanismo, la rebelión protestante, el Iluminismo, la Revolución Francesa, la Revolución Soviética, fueron minando aquella unidad. Y la exaltación de las diversas naciones particulares se manifestó de manera declarada a partir de la Revolución Francesa. Y así, poco a poco se fue destruyendo el edificio de la Cristiandad, y paulatinamente también se ha intentado suplirlo por uno nuevo, construido sobre otras bases, como antítesis de las que estuvieron en el fundamento de la Cristiandad.
Y así entonces como se ha dicho, la Revolución Francesa, cuyos dirigentes ideológicos fueron instaurando el concepto del mundialismo, proclamó los derechos ya no de los franceses, sino del hombre, pero haciendo a un lado los derechos de Dios. Por su parte, la Revolución Soviética exaltó los derechos pero no de los proletarios rusos, sino de los proletarios del mundo. Esas dos revoluciones fueron ya planificando la Revolución Mundial a la que estamos enfrentando hoy en día.
Así, la Revolución ha dejado en la mente de la mayoría de las personas la idea de que el mundo se dirige hacia una unidad total del género humano, una unidad económica, una unidad política y una unidad religiosa. Y detrás de este intento universalista que se funda en el hombre, en lo puramente natural, prescindiendo de lo sobrenatural, así como fundado en una fraternidad universal sin Dios y sin Cristo, encontramos el sello característico e inconfundible de la Masonería, la que busca la revancha en contra de la Redención, la que burdamente quiere imitar a la Iglesia fundada por Cristo y que nos quiere presentar un nuevo concepto de la humanidad y del hombre, basado en un amor secularizado del hombre por el hombre, un amor sin caridad, sin Dios y sin Cristo. Es decir, propiciar una unidad mundial pero quitándole el fundamento cristiano, con el objeto de formar una sociedad universal ajena a la Iglesia, propósito que cada vez se encuentra, desafortunadamente, más cercano. Recordemos que uno de los mitos fundamentales de la Masonería es la construcción del Templo de Jerusalén. Este Templo, donde las piedras son talladas de tal manera que encajen una en otra sin ninguna amalgama, simboliza para el masón la unión de todos los hombres en Cristo y sin el cemento de la Caridad (Cfr Gueydan de Roussel. El Verbo y el Anticristo, Buenos Aires, Argentina p. 33.).
Junto con este proyecto de la Masonería se detecta el apoyo indiscutible y probado de la judería internacional, o del judaísmo secularizado. Si bien es cierto que Israel es un pueblo sagrado, elegido por Dios y consagrado, su desviación y su carnalización lo han volcado hacia valores puramente terrenales, con toda la pasión desbordada de su impulso mesiánico, que lo lleva a una absolutización de los bienes finitos en la búsqueda del poder político y económico con miras al establecimiento de un Estado Mundial, de un Gobierno Mundial sobre la base de un Nuevo Orden Mundial, en cuya cabeza se representará ni más ni menos el "mesías" que ellos aún siguen esperando, pues a Jesús, al verdadero, lo llevaron a la cruz tras considerarlo hijo de Belcebú.
Para realizar esta unidad sin Cristo, expresada en la Revolución Francesa con todo el apoyo de las ideas socialistas marxistas, con el apoyo de la Masonería y de la Alta Finanza de la judería internacional, era necesario terminar con los restos del Cristianismo. Así, visualizamos mejor el origen y desenlace de la 1ª Guerra Mundial: La derrota del Imperio Austrohúngaro, que era corona católica, y del Imperio Alemán, que era una corona protestante, junto con la deposición del Zar de Rusia, monarca cristiano, fueron hechos dramáticos que dejaron el camino para la concreción de aquél designio universalista pervertido y pervertidor. Entonces fue que se instauró la Sociedad de Naciones. Y después de ésta y como resultado y pretexto de la 2ª Guerra Mundial, se sentaron las bases para la Organización de las Naciones Unidas, que no es otra cosa que una organización mundial en base a la hegemonía de las grandes potencias vencedoras. Se estableció el Consejo de Seguridad con cinco asientos permanentes, concretados en las naciones que se autodenominan las cinco grandes, por tener derecho a veto. Así el mundo quedó dividido en dos, los que tienen el poder y los que no lo tienen, obligados éstos a obedecer a los primeros. En la ONU, todas las decisiones que se refieren a la paz dependen de este Consejo. Frente al Consejo, la Asamblea General reúne a los representantes de los Estados "soberanos", y la "igualdad" de estos Estados se refleja en el hecho de que cada uno de ellos tiene voz y voto. No obstante, comparados con los del Consejo de Seguridad, los poderes de la Asamblea y de sus miembros son limitados. Y aquí es donde se encuentra el origen próximo del proyecto actual de instauración de un sistema de Gobierno Mundial.
Ahora bien, la Carta de las Naciones Unidas, que regla la actividad de dicha organización es totalmente ajena a toda consideración que vaya más allá de la pura razón. Es decir, esto constituye lo contrario a la concepción de la Cristiandad, que se funda en un orden que está más allá de lo puramente humano, el orden natural y el orden divino sobrenatural.
En efecto, la ONU ha asumido un extraordinario peso específico en el mundo moderno. Su radio de acción ha llegado prácticamente a la totalidad de las relaciones sociales, culturales, familiares, económicas, científicas, políticas y aún religiosas y nos presenta un cambio de 180° de la ideología sobre la que se desarrolló toda la Cultura Occidental hasta los días de hoy. Estamos ahora en presencia de una llamada "ética global" que viene a reformar totalmente los últimos restos del Orden Cristiano que nos rigió durante casi dos mil años, y que es complemento y filosofía de vida que englobará todo tipo de relaciones en el Nuevo Orden Mundial.
LUIS EDUARDO LÓPEZ PADILLA
ENERO 8 2011