Hace casi 200 años que la Madre de Dios comenzó de manera extraordinaria a manifestarse a través de un sinnúmero de apariciones. Su propósito, entre otros, fue advertir al mundo y a la Iglesia sobre lo que habría de venir si no regresábamos a Dios con un corazón contrito y humillado y poniendo en práctica las enseñanzas de Su Hijo Jesucristo. Los hombres no respondimos a ese llamado y estamos sufriendo ahora las consecuencias. Peor aún, mayores confusiones espirituales y tribulaciones materiales todavía están por venir.
Advertencia Misericordiosa
En efecto, la Santísima Virgen como Madre nuestra que es, por encargo del Padre Eterno, lleva casi 200 años – comenzando con las manifestaciones en París en la Rue du Bac a Catalina Labouré y su legado de la Medalla Milagrosa – advirtiendo al mundo y a la Iglesia las consecuencias que íbamos a sufrir si no volvíamos con urgencia a la práctica del Evangelio, pues ya Ella nos advertía que extraños pensamientos y nuevas filosofías irían penetrando paulatinamente en el mundo y en la misma Iglesia de Cristo. Por eso, lo que estamos viviendo ahora son las consecuencias de que el hombre haya arrojado lejos a Dios de su vida; las consecuencias del corazón humano que se endureció por haber dado paso al egoísmo mediante el odio, la traición, la venganza y la muerte; las consecuencias por haber alterado en la sociedad y entre los pueblos el orden establecido por el Padre Eterno; las consecuencias de haber sustituido el Evangelio y la Verdad por falsas filosofías y nuevas creencias; y porque laicos y sacerdotes, todos, abandonamos la oración y la Cruz de Cristo de nuestras vidas.
La Salette, Francia, 1846
Precisamente la Santísima Virgen en su manifestación en La Salette, Francia en 1846 ya puntualmente lo advertía:
“Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los Santos Misterios, por su amor al dinero, a los honores y a los placeres se han convertido en cloacas de impureza…”
Más adelante dijo:
“Los jefes, los conductores del pueblo de Dios han descuidado la oración y la penitencia y el demonio ha oscurecido sus inteligencias… Dios permitirá a la antigua serpiente poner divisiones entre los soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias.”
La Virgen haría alusión al poder de Lucifer:
“…Un gran número de demonios serán desatados del infierno y abolirán la fe poco a poco, aún entre las personas consagradas a Dios… Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas.”
El mensaje de la Virgen es la mar de asertivo:
“Los libros malos abundarán en la tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios…”
Y luego la Madre de Dios advertía:
“¡Ay, de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas sobre riquezas, poner en salvo su autoridad y a dominar con orgullo!”
Y luego profetizaba sobre la Iglesia lo siguiente:
“El Vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir… La Iglesia tendrá una crisis espantosa… Y dado el olvido de la santa fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes… No se verán más que homicidios, odio, envidia, mentira y discordia sin amor por la patria y por la familia.”
Y más adelante agregó:
“Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan: abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y toda clase de vicios.”
Confusiones Espirituales y Tribulaciones Materiales
Como vemos, todo puntualmente se ha venido cumpliendo. Más aún, en estos últimos 200 años María Santísima nos perfiló las dichas que podríamos tener si hacíamos caso a su mensaje, pero también las desventuras que sufriría la humanidad y la Iglesia si hacíamos oídos sordos a su llamado. Y créame lector que aún nos esperan largos años de terribles confusiones espirituales al interior de la Iglesia y tribulaciones físicas y materiales nunca antes vistas. Lo que está por venir sacudirá los cimientos de la Iglesia de Cristo y la humanidad beberá del cáliz de la cólera de la Justicia de Dios. Una gran obscuridad envolverá a todos los habitantes de la tierra. Pero no tengamos miedo. Veamos el remedio y preparación.
Preparación Trina
Pero así como mencionamos lo anterior, la misma Madre de Dios nos instó a que nos preparásemos para estos tiempos, pues precisamente el sentido profético tiene como propósito particular para estos tiempos el que no fuéramos a ser confundidos y no fuésemos a perder la fe ante las pruebas que ya estamos viviendo… y las que aún están por venir. Por eso resulta lamentabilísimo que los que debieran ser luz y guía en este tiempo para el pueblo de Dios, estén ahora inmersos en la confusión y su discernimiento se haya afectado gravemente ante lo que estamos viviendo en la actualidad.
En estos momentos lo más importante sigue siendo la preparación de nuestro ser trino, es decir, nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro entendimiento a través de las prácticas necesarias como son la oración, el rezo del Santo Rosario, la devoción auténtica a la Santísima Virgen; la práctica de los Sacramentos particularmente la participación de la confesión y la Eucaristía; los actos penitenciales, el sacrificio, la negación corporal y el ayuno tantas veces recordados por la Santísima Virgen en apariciones como Lourdes y Fátima. Hacer actos de fe sencilla y humilde frente a la lógica humana, carente de sabiduría divina. Y toda esta práctica espiritual debe ir encaminada a la vivencia de las virtudes cristianas, al apostolado firme, constante y diligente para ayudar a las almas en estos tiempos de confusión y duda. Todo ello coronado con la fundamental y esencial virtud de la caridad, pues sin ella nada tiene valor ni sentido.
Fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre
Aunado a lo anterior es fundamental la fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre. Es doloroso como hijos de Dios y especial dolor para el corazón de María Santísima nuestra madre constatar la división entre laicos, sacerdotes y pastores. Penoso constatar cómo el demonio de la murmuración y del juicio crítico ha penetrado en el corazón de muchos hombres en la Iglesia. Para el que esto escribe no le es ajeno que lo que estamos viviendo hoy en la Iglesia es parte del cumplimiento de la profecía. Pero aún no hemos visto lo peor, pues llegarán los tiempos en que será muy difícil discernir el camino verdadero del falso.
Efectivamente, vendrá un cisma a la Iglesia que se expresará públicamente y sin duda alguna cuando dos hermanos se disputen el Trono de Pedro (estos no son ni Benedicto ni Francisco como algunos creen y propagan, creando así una mayor confusión). Y entonces sí, la confusión será grande y llegarán los tiempos en que toda la preparación espiritual pedida por la Santísima Virgen deberá de concretarse y hacerse vida para que podamos ser definición del Camino Verdadero que conduce al Padre. Recordemos que en los momentos de confusión son dos los bastiones que conducen al Camino Verdadero: el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y la Santísima Virgen María. No salirnos de estas columnas que son fundamento y luz para nuestra fe en estos tiempos de obscuridad.
Sínodo de la Familia
Seguiremos viendo el cumplimiento de los signos. Cada vez serán más claros para el mundo y para la Iglesia. El Sínodo de la Familia que ahora se celebra en Roma sólo demuestra en parte que muchos jerarcas de la Iglesia ya no son hombres de oración y sacrificio y el demonio ha oscurecido sus inteligencias. Y al igual que el Concilio Vaticano II, el Sínodo de la Familia también será ocasión – que no causa eficiente – para que el demonio siembre y coseche más división, más encono y se apreste a dar el golpe definitivo contra la Iglesia para que surja la Falsa Iglesia que se enfrentará a la Verdadera Iglesia, como proféticamente lo anunciara el entonces Cardenal Wojtyla en 1977 en el Congreso Eucarístico de Filadelfia:
“Estamos ante la lucha final entre la Iglesia y la anti-iglesia, entre el Evangelio y el anti-evangelio… lucha que descansa dentro de los planes de la Divina Providencia”
La Fe de Pedro
A Pedro y a todos sus sucesores Cristo les prometió que su fe no desfallecería pues así se lo pidió a Su Padre. Y así es, la fe no desfallecerá en Pedro. Esto es muy importante tenerlo presente. Sí, la Iglesia pasará una horrorosa crisis que tambaleará sus bases y que la hará parecer como muerta… pero no desfallecerá, pues las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella. Esto es parte de la profecía también, pues en medio de grandes persecuciones del Dragón, “la Mujer vestida del Sol dará a luz un varón que con cetro de hierro regirá a las naciones” (Apoc. XII). Y en esto estriba nuestra fe y esperanza.
Dios permite el Mal para un mayor Bien
Sí, vendrán grandes confusiones espirituales y tribulaciones materiales pero no tengamos miedo, pues María está al lado de la Iglesia fiel como lo estuvo al lado de Su Hijo al pie de la Cruz. Y Ella aplastará la cabeza de la serpiente, y el Amor vencerá por sobre todas las cosas, el Amor emanado del sacrificio, por eso la Esposa de Cristo, la Iglesia, debe sufrir como Cristo sufrió – pero “siete veces más” pues Cristo es el Cordero sin mancha, inocente, que se hizo culpable y pecado por nosotros, pero nosotros sí somos los verdaderos culpables, el leño seco que deberá ser quemado y purificado – y después de su penosa pasión y muerte, la Iglesia resucitará como novia engalanada para las bodas del Cordero. Confiemos en ello.
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