Mensaje sin Palabras Siracusa 1953

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Sorprendente y maravilloso lo que ocurrió el 29 de agosto de 1953... Aquel día, en casa de los Iannuso, joven matrimonio, pudo  Antonina atestiguar cómo del cuadro de yeso de la Santísima Virgen, representando al Corazón Inmaculado de María que le habían dado como regalo de matrimonio y que estaba colgado en la pared, brotaban de los ojos de la Virgen dos gruesas lágrimas, que fueron seguidas de otras dos y de muchas otras más.

Al comienzo, la joven esposa imaginó que se trataba de una alucinación, efecto de su estado de enfermedad que padecía. No obstante, al constatar que las lágrimas escurrían con intensidad y frecuencia cada vez mayores, no teniendo fuerzas para levantarse, llamó a gritos a sus familiares: "¡Vengan... Vengan a ver el cuadro de la Virgen que llora!" Los parientes acudieron, pudieron ver la imagen en llanto y ante aquel conmovedor fenómeno, se pusieron también ellos a llorar...

Analizando el fenómeno, el Profesor Giuseppe Marino, neuropsiquiatra de fama internacional y especialista en patologías nerviosas, especialmente en las que se refieren al campo místico-religioso, declaró que se trataba, efectivamente, de "lágrimas humanas".

La imagen milagrosa ya había sido instalada en la plaza vecina a la calle degli Orti, para poder abarcar a la multitud de peregrinos que venían a pedir —¡y cuántos lo obtenían!— las curaciones del alma y del cuerpo. El sacerdote acompañó y presenció tales y tantas gracias allí concedidas, que resolvió escribir sobre esos hechos un libro muy detallado al cual dio el título de Historia de Nuestra Señora de las Lágrimas, que pasó a ser una de las mejores obras de consulta sobre este prodigio mariano.

En diciembre, el arzobispo presentó la documentación del tribunal eclesiástico a la Conferencia Episcopal de Sicilia reunida en Bagheria, Palermo, la cual emitió el siguiente juicio

Los obispos de Sicilia..., después de haber oído el amplio informe del Excmo. Mons. Ettore Baranzini, arzobispo de Siracusa, acerca de la lacrimación de la imagen del Corazón Inmaculado de María ..., sopesados atentamente los testimonios citados en los documentos originales, concluyeron unánimemente con el juicio de que no se puede poner en duda la realidad de la lacrimación. Desean que tal manifestación excite a todos a una saludable penitencia y a una más viva devoción al Corazón Inmaculado de María, externando los votos relativos a la construcción diligente de un santuario que perpetúe la memoria del prodigio".

Para coronar tan sublime milagro, Pío XII,  el día 17 de octubre del año siguiente, quiso clausurar el Congreso Mariano de Sicilia con un mensaje radiofónico en el cual, después de recordar que los numerosos santuarios de esa isla testimoniaban cuánto ella merecía ser llamada Feudo de María, comentó con penetración de espíritu los hechos extraordinarios ocurridos en Siracusa:

"No sin conmoción tomamos conocimiento de la unánime declaración del Episcopado de Sicilia sobre la realidad de este acontecimiento... ¿Comprenderá la humanidad el recóndito lenguaje de esas lágrimas? ¡Oh, las lágrimas de María! En el Calvario ellas eran lágrimas de compasión por su Jesús y de tristeza por los pecados del mundo. ¿Estará Ella llorando aún debido a las nuevas llagas que son abiertas en el Cuerpo Místico de Jesús por los numerosos hijos, en los cuales el error y la culpa suprimieron la vida de la gracia? ¿O por la espera del tardío retorno de los hijos otrora fieles y que ahora son arrastrados por falsos espejismos hacia las filas de los enemigos de Dios?".

Al contemplar en una rápida mirada la situación del mundo actual, ¿quién podrá afirmar, en sana conciencia, que desde entonces hasta aquí las naciones dieron la debida atención a este mensaje mudo, pero tan elocuente? Será, pues, una actitud más realista pedir a la Santísima Virgen que, por los méritos de esas preciosas lágrimas, toque y convierta las almas. Sí, es sin duda una manera más filial que nos coloquemos en actitud contrita y humillada, con los ojos puestos en aquella de quien la Iglesia dice "que es más terrible que un ejército en orden de batalla". Y que, en la Cova da Iría, después de profetizar que el comunismo esparciría sus errores por el mundo, prometió su irreversible victoria: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará". Esto sucederá, después que la humanidad pecadora —que se mostró sorda a los pedidos hechos en 1917 por la Madre de Dios en Fátima— haya sido purificada por los inminentes castigos revelados en la tercera parte del Secreto de Fátima.

Y ahora volvemos a preguntar...

—¿Por qué lloras, Madre Mía? ...

Y  Ella nos diría:

—¿Por qué sufrió Mi Hijo Jesús?... ¿Por qué le persiguieron?... ¿Por qué todavía hoy atraviesan con espadas su corazón? Lloro por los hombres que desprecian a Mi Hijo, por los que le dan la espalda a Mi Señor, por los que matan a otros hermanos, por aquellos que roban, por aquellos hombres y mujeres que se entregan a las drogas, por los que en vez de estar ayudando a sus hermanos pierden su tiempo en fiestas; por los que no rezan, por aquellas familias que nunca se acuerdan de Dios, pero más aún por aquellos que van a la iglesia y salen igual que como entran. Por aquellos que no se dan cuenta que estos son tiempos del Señor, que son tiempos de María... Por eso lloro, por eso es que llevo una cruz. Por aquellos que van todos los domingos a la iglesia... pero no están conmigo, ni están con Mi Señor. Van a la iglesia por cumplir, por estar, van simplemente por costumbre. Van como el que tiene que sentarse a la mesa todos los días, van simplemente por compromiso, una vez a la semana. Lloro por aquellos que comulgan por compromiso, sin prepararse debidamente, por aquellos que ni siquiera se confiesan, por los que no aman a Mi Jesús, por los que no se dan cuenta que Jesús está presente en el Sagrario. Por eso llevo una cruz, por eso hay una espada que atraviesa Mi Corazón.

Y sí, son muchos, son más de los que creen y no solamente son los que se ven fuera de la Iglesia, hombres y mujeres comunes y corrientes, sino también por los que están adentro, por los que celebran la misa sin ser dignos, por aquellos que no viven su consagración al Señor, por los que han perdido la fe... Son muchos.

No hay que ir muy lejos para darnos cuenta que María Santísima lleva una cruz muy pesada. Hay que ser sumamente insensible, hay que estar muerto en este tiempo para no darse cuenta que una fuerza preternatural, una fuerza profunda arrastra al hombre al mal. Hay que ser ciegos, sordos para no darnos cuenta que Satanás quiere desprender a los hijos de Dios del seno de la Salvación. Y ante esta realidad que vivimos y el crecer de los problemas de toda índole, ante la guerra preternatural que vivimos entre el bien y el mal, ¿vamos a vivir sentados? ¿Vamos a seguir sin hacer nada?

En todas las apariciones de la Virgen, la gran preocupación de Ella son los cientos de miles de hombres y mujeres que se condenan y van al fuego del infierno, por falta de sinceridad, por falta de honestidad, por la mentira; por la sumisión al rey de la diversión, al rey de la satisfacción y de la comodidad, por la sumisión al demonio vivo, a Satanás que camina en nuestra tierra.

Es fácil dejar a Cristo solo con su cruz, que la cargue, que caiga una y otra vez y decir que murió por nuestros pecados. Es fácil ver cómo sufre  María, Su Madre; es fácil ver cómo Ella hasta llora lágrimas de sangre, con su corazón atravesado por lanzas, por espadas.

¿Qué va a pasar? ¿Qué va a suceder? Hoy los hombres buscan algún tipo de bien espiritual y se esfuerzan por encontrar la Verdad, o más bien su verdad, la que más les acomode, la que más les guste. Se vive entonces en un romanticismo y afán de conocimiento. Pero eso no basta, no basta con decir que hemos encontrado nuestra verdad. Hay que buscar la única Verdad, la que nos libera de nuestras ataduras, esclavitudes y pasiones. Es época entonces de poner las manos al servicio de Dios, de tomar el Santo Rosario y empezar a rezar, pues lo vamos a necesitar. Es época de mucha oración, penitencia, vivir en austeridad. Es época de buscar vivir las virtudes. Es época de hacer la guerra al enemigo de Dios y de María. Y que como hijos de Ella no tendremos un mayor privilegio que el que tuvo Su Hijo Jesús. Así es. El llamado es de cruz, de sufrimiento y aún de persecución. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para entender los tiempos trascendentales que estamos viviendo. Son los tiempos determinantes para la Historia de la Salvación...

LUIS EDUARDO LÓPEZ PADILLA

29 de agosto del 2012