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Transhumanismo y Eugenesia Bíblica

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Los avances tecnológicos parecen prometer la mejora continua de nuestra salud y nuestras condiciones de vida, dando como resultado lo que hoy se conoce como Transhumanismo.

El transhumanismo ha sido definido como “un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y de aplicar al hombre las nuevas tecnologías, para que se puedan eliminar aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana, como son: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento y hasta la condición mortal”.

De este modo, Nick Bostrom, uno de los mayores teóricos de esta opinión, presidente de la World Transhumanist Association (WTA), afirma que el “Transhumanismo” representa una nueva concepción operativa del futuro del hombre; concepción que reúne a científicos y expertos procedentes de distintos sectores del saber: Inteligencia artificial, neurología, nanotecnología, y otros investigadores en biotecnología aplicada. A éstos se unen filósofos y hombres de cultura, con el mismo fin: el de cambiar, mejorar la naturaleza humana, y prolongar su existencia.

Los 3 pilares del Transhumanismo serían la Super Inteligencia, el Super Bienestar y la Super Longevidad.

El investigador principal del Instituto para el Futuro de la Humanidad (FHI) de la Universidad de Oxford, Anders Sandberg, destaca que sobre el tema del Transhumanismo se plantea fundamentalmente si los humanos pueden (o deben) mejorarse, es decir, si se puede mejorar nuestra condición humana. Así, se distingue entre humanos, transhumanismo y posthumanismo y se ha planteado si no vivimos ya en un mundo posthumano, pues mucha de la tecnología transhumanista ya está con nosotros.

El Transhumanismo es pues una corriente aún heterogénea pero cada vez más visible y definida, que defiende la mejora del ser humano por medio de la tecnología, y los más radicales lo estiran hasta el posthumanismo, un estado en el que volcaríamos nuestras experiencias mentales (contenidos sinápticos, recuerdos, emociones…) en un organismo cibernético o una nube virtual, de manera que podríamos alojarnos en un mundo digital, desprendernos de nuestro cuerpo y, por extensión, del sentido renacentista del humanismo.

El transhumano será el ser humano en fase de transición hacia el posthumano. El transhumano tendrá unas capacidades físicas, intelectuales, psicológicas, mejores que las de un ser humano normal, pero sin alcanzar aún la realización del posthumano. El posthumano podrá en definitiva gozar de una vida más larga sin deteriorarse, con mayores capacidades intelectuales, un cuerpo fabricado a medida, del que podrán sacarse copias y sobre el que se ejercerá un control emocional total.

Filosofía

El tema es amplísimo y abarca innumerables ramas del saber y la ciencia, pero es claro que el Transhumanismo carece de un fundamento ontológico, antropológico y ético veraz. Se aprecia una antropología meramente materialista, mecanicista y determinista. Asimismo, los conceptos de persona y dignidad son reducidos a cualidades materiales y cambiantes. Existe un claro enfrentamiento entre la mejora bio psíquica de la naturaleza humana y el perfeccionamiento integral de la persona.

Pero los hombres tienen sus planes y quieren burdamente imitar el Plan de Dios. Por eso, y como consecuencia del mal uso de la libertad humana, Dios Nuestro Señor por medio de Su Ángel Mayor enviado de estos tiempos ha profetizado que a causa de los experimentos y trabajos con la clonación de células humanas y trabajos genéticos, la raza humana sufrirá cambios que irán en deterioro de ésta y que surgirán seres monstruosos, abominables y que se comportarán como demonios.

Pero asimismo y, por otro lado, este tema me permite ahondar en otro que llamaría Eugenesia bíblica.

Eugenesia Bíblica

La Eugenesia de acuerdo con la Real Academia Española es el estudio y aplicación de las leyes biológicas al perfeccionamiento de la especie humana. Y de acuerdo con esto podemos establecer que el propósito de la Eugenesia Bíblica es restaurar al hombre no solo a la condición que tenía en el paraíso terrenal en que se encontraban los primeros Padres antes de la caída, sino incluso el propósito al que hubieran llegado si no hubiera habido pecado original.

En efecto, el Plan Divino para la humanidad debe cumplirse en el momento señalado por Dios dentro de la Historia del hombre. Las consecuencias materiales y espirituales de la caída original de nuestros Primeros Padres no han sido aún restituidas en su totalidad.

La Redención hecha por Nuestro Señor Jesucristo en la cruz completó la primera parte de ese plan, pero todavía está pendiente la segunda y más importante fase.

San Pablo aclara este tema con la siguiente cita:

“…la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios (Rom. 8, 18).

¿Y qué significa la revelación de los hijos de Dios? Es lo que pudiéramos llamar una Nueva Estirpe, es decir, un nuevo ser, un nuevo hombre, pero totalmente distinto, esencialmente diverso a lo que hasta ahora se ha conocido como un cristiano común. No es un asunto de cantidad sino de calidad, pero el sujeto de la Nueva Estirpe es el hombre caído.

Antes de la caída dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra Imagen y Semejanza...  creó Dios, pues, al ser humano a su Imagen; a Imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Génesis 1, 26 – 27).

Dice el Génesis que Dios dijo hagamos, en plural, ya que tres son las obras de Dios ad extra, es decir, fuera de su propio Ser Divino. Son obras comunitarias de la Santísima Trinidad, pero cada obra tiene como protagonista a una de las Tres Divinas Personas: así al Padre le corresponde la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la Santificación. 

Entonces dice el texto: Hagamos al hombre a nuestra Imagen y Semejanza”. Esto quiere decir que Dios creó al hombre en el Paraíso como un ser trino a imagen de la trinidad divina, es decir, el Alma como reflejo de Dios Padre; el Entendimiento como expresión del Espíritu Santo y el Cuerpo como imagen de Jesucristo. Y este hombre trino creado por Dios en el Paraíso fue llenado de toda clase de dones naturales, preternaturales y sobrenaturales.

Respecto a los preternaturales, Dios le confirió a los Primeros Padres del Paraíso Terrenal el don de la ciencia, es decir, un gran y elevado número de conocimientos; el don de la integridad, consistente en el orden perfecto de toda su naturaleza. Un tercer don fue el de la inmunidad de su cuerpo, por el que no estaban sometidos al dolor. Y finalmente el don de la inmortalidad que le permitía al hombre, después de vivir en el Paraíso Terrenal, trasladarse al paraíso celestial sin pasar por la muerte, ya que fue creado para no morir.

Estas cualidades del hombre del Paraíso creado a Imagen y Semejanza de Dios se perdieron por el pecado, lo que trajo como consecuencias que el hombre perdiera la posibilidad de ir al cielo, así como toda Imagen y Semejanza divina. El pecado le trajo al hombre su muerte espiritual y corporal.

Jesucristo con Su Pasión redentora nos liberó de la muerte espiritual para que así pudiéramos tener abiertas las puertas del Cielo. No obstante, los efectos materiales del pecado, es decir, la muerte corporal – con todo lo que ello significa – aún permanecen en el hombre de hoy. Pero dice Jesucristo Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación(Lc. 21, 28). La liberación que aún está pendiente por otorgársele al hombre es aquellade la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios(Rom. 8, 21).

La corrupción es una servidumbre y es parte de nuestra esclavitud hacia el demonio; pero está profetizado que vendráel rescate de nuestro cuerpo, y así,nosotros, que poseemos las primicias del espíritu (pero no su completo desarrollo), nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo(Rom. 8, 22 – 23).

Es decir, la eugenesia bíblica del hombre implica una poderosa renovación del Espíritu Santo para que

 “este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad(I Cor 15, 53).

María Santísima Formadora

Ahora bien, por encargo de Su Hijo y por decreto del Padre, María Santísima viene a establecer las bases para que este ser que está manchado por el pecado, por un proceso de transformación, logre cambiar su esencia, sin perder su humanidad. De la misma forma que el gusano se convierte en crisálida para que un día vuele como mariposa, María va a formar un nuevo ser, quien será el morador del futuro reino de Cristo en la tierra, formando una Nueva Comunidad. Ser que habrá logrado alcanzar la plenitud de su ser, restituyéndose en su ser trino, recuperando todos los dones que se perdieron por el pecado original y aún más hasta la plenitud total, y que junto con otros hombres formarán un cuerpo místico nuevo, una Nueva Comunidad, el Cuerpo Místico de Cristo.

Un reino de armonía perfecta donde el director es Cristo Nuestro Señor; el compositor de la obra es Dios Padre; los músicos somos nosotros y María Santísima la primera que ejecutó la obra.

Esto es un proceso largo, pues Dios no obra a corto plazo. Ahora estamos en la formación de la semilla, que, si es digna de tal privilegio, por su entrega absoluta al proyecto de María, se convertirá en “padre espiritual” de las futuras generaciones que poblarán la tierra. Digamos, que ahora van naciendo los retoños…

La Nueva Estirpe no es algo que se agranda, sino que se transforma. Del yo egoísta, María sacará el ser restituido, pleno y perfecto. De tal suerte que el hombre caído es el mismo hombre en su trinidad, pero diversamente distinto al ser trino transformado, que sumará toda su fuerza natural al límite (lo supernatural) a toda su fuerza más allá de lo natural (lo sobrenatural) para dar como resultado un ser supra natural, que es lo sublime de lo humano más lo sublime de lo divino, a Imagen y Semejanza de la Divinidad. Ya no este hombre o aquél, sino Cristo mismo que vive en Él, como dice Pablo: “Y ya no vivo yo, sino es Cristo que vive en mí” (Gal. 2, 20).

En suma, la Nueva Estirpe tomará como prototipo las gracias acumuladas y los conceptos adquiridos, los conocimientos, las experiencias; los carismas y las gracias necesarias de todos los hombres que han buscado la transformación, pues Dios ha determinado que debe tener una comunidad sobrenatural en la sociedad.

Esta sí será una verdadera Eugenesia bíblica en la que el hombre sí llegará a hacer realidad el mandamiento evangélico: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5, 48).

Hoy el hombre busca en base a la tecnología al super hombre hasta incluso vencer la muerte. Pero no es en base a medios científicos y tecnológicos por los que el hombre se superará, sino a un verdadero proceso ascético místico cuya formadora es la mismísima Madre de Dios, la Santísima Virgen, la Inmaculada, la toda perfecta, la que venció la muerte, en plena obediencia al Mandato del Padre Eterno, conforme lo explica San Luis María Grignion de Monfort: 

María ha producido, junto con el Espíritu Santo, la cosa más grande que ha existido y existirá jamás (…): un Dios hombre. Y Ella producirá consecuentemente las cosas mayores que se darán en los últimos tiempos: la formación y la educación de grandes santos que existirán hasta el fin del mundo”.

“… porque el Altísimo y su santa Madre formarán grandes santos para sí, que sobrepasarán a la mayoría de los otros santos en santidad, como los cedros del Líbano sobrepasan a los pequeños arbustos…” (Tratado sobre la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María, # 54 y 55).

Al que venciere no sufrirá daño de la muerte segunda” (Apoc.  2, 11).

María es pues el modelo de la futura humanidad restituida según el plan original de Dios, porque Ella es el Templo mismo de Dios, donde habitó siempre, donde mora el Espíritu Santo, del cual ha brotado la vida. Porque en Ella se encuentra la Trinidad Eterna pues Ella es Hija, Madre y Esposa de Dios.

Todos los artículos de este sitio pueden ser reproducidos, siempre y cuando se cite al autor, Luis Eduardo López Padilla, y la página donde fue originalmente publicado, www.apocalipsismariano.com

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